La Ilustración reclamaba un nuevo orden político e invocaba a la razón como instrumento apropiado para tal transformación.
Los ilustrados creían en la utilidad de la ciencia y de la cultura y entendían que una minoría, a través de leyes razonables y proyectos oportunos, sería capaz de cambiar a la sociedad. La búsqueda de la verdad mediante la negación de todo apriorismo, la destrucción de prejuicios, el desprecio de la tradición como único argumento de autoridad y el cuestionamiento de la teología como guía en asuntos terrenales les sirvieron para luchar contra los privilegios e invocar la igualdad del género humano a la vez que rechazaban a la sociedad estamental del Antiguo Régimen.
No obstante, la razón ilustrada, principio de liberación para todos los seres humanos en tanto que razón universal, de nuevo justificaba la sumisión de las mujeres recurriendo a la naturaleza, en nombre de la cual afirmaba su desigualdad y las excluía de la ciudadanía, entendida ésta como un conjunto de derechos ejercidos por las y los componentes de una sociedad libre.
Sin embargo, la Ilustración permitió retomar el debate en torno a la igualdad de los sexos, iniciada en el siglo anterior por el filósofo Poulain de la Barre y proyectarlo en un marco más amplio, convirtiendo la vindicación de la igualdad entre mujeres y hombres como un rasgo distintivo de cierta literatura del siglo XVIII y propiciando la aparición de espacios (los salones), que se podrían considerar públicos, donde una minoría de mujeres y hombres se relacionaba y dejaba oír su voz de forma muy diferente y con el reconocimiento, al menos en teoría, de su igualdad intelectual.
Pero para que todo el programa de la Ilustración pudiera ser cumplido era condición necesaria la educación. Es ésta una de las batallas más importantes que los ilustrados mantuvieron con las ideas, los valores y las instituciones tradicionales. El pensamiento ilustrado tiene un carácter pedagógico, pues se dirige a la difusión del saber y a la creación de un nuevo tipo de de hombre: un hombre crítico y libre.
La posibilidad de la educación para las mujeres supuso un punto de no retorno y algunas de ellas avanzaron por ese camino, aunque habría que añadir que la educación reivindicada por los ilustrados para el sexo femenino no era un medio para lograr mujeres sabias capaces de ocupar un lugar en la nueva sociedad, pues ésta no fue concebida como un instrumento para educar a ciudadanas útiles al Estado; se trataba, más bien, de perfilar un modelo de mujer-esposa-madre instruida, eficaz, sabia consejera de su esposo, buena administradora de la hacienda familiar, defensora del honor de la familia y educadora de ciudadanos. Sus conocimientos y habilidades no debían convertirla en una bachillera que ostentase en público su talento y reivindicase espacios y derechos que no le correspondían. Las mujeres, y en mayor medida las aristócratas, sorteando las dificultades que la sociedad patriarcal de su tiempo les imponía fueron capaces de aprovechar las pequeñas brechas que la Ilustración abrió en el modelo diseñado para ellas. Estuvieron presentes como autoras y protagonistas en la prensa, propiciaron tertulias y salones, pugnaron por hacerse presentes, y al final lo consiguieron, instrumentos todos ellos de difusión de las luces, que se habían convertido en señas de identidad de un largo siglo XVIII que se inició antes de 1700 y llegó más allá de su propia centuria.
FUENTE: "Las mujeres en los espacios ilustrados", Mujeres en red
Los ilustrados creían en la utilidad de la ciencia y de la cultura y entendían que una minoría, a través de leyes razonables y proyectos oportunos, sería capaz de cambiar a la sociedad. La búsqueda de la verdad mediante la negación de todo apriorismo, la destrucción de prejuicios, el desprecio de la tradición como único argumento de autoridad y el cuestionamiento de la teología como guía en asuntos terrenales les sirvieron para luchar contra los privilegios e invocar la igualdad del género humano a la vez que rechazaban a la sociedad estamental del Antiguo Régimen.
No obstante, la razón ilustrada, principio de liberación para todos los seres humanos en tanto que razón universal, de nuevo justificaba la sumisión de las mujeres recurriendo a la naturaleza, en nombre de la cual afirmaba su desigualdad y las excluía de la ciudadanía, entendida ésta como un conjunto de derechos ejercidos por las y los componentes de una sociedad libre.
Sin embargo, la Ilustración permitió retomar el debate en torno a la igualdad de los sexos, iniciada en el siglo anterior por el filósofo Poulain de la Barre y proyectarlo en un marco más amplio, convirtiendo la vindicación de la igualdad entre mujeres y hombres como un rasgo distintivo de cierta literatura del siglo XVIII y propiciando la aparición de espacios (los salones), que se podrían considerar públicos, donde una minoría de mujeres y hombres se relacionaba y dejaba oír su voz de forma muy diferente y con el reconocimiento, al menos en teoría, de su igualdad intelectual.
Pero para que todo el programa de la Ilustración pudiera ser cumplido era condición necesaria la educación. Es ésta una de las batallas más importantes que los ilustrados mantuvieron con las ideas, los valores y las instituciones tradicionales. El pensamiento ilustrado tiene un carácter pedagógico, pues se dirige a la difusión del saber y a la creación de un nuevo tipo de de hombre: un hombre crítico y libre.
La posibilidad de la educación para las mujeres supuso un punto de no retorno y algunas de ellas avanzaron por ese camino, aunque habría que añadir que la educación reivindicada por los ilustrados para el sexo femenino no era un medio para lograr mujeres sabias capaces de ocupar un lugar en la nueva sociedad, pues ésta no fue concebida como un instrumento para educar a ciudadanas útiles al Estado; se trataba, más bien, de perfilar un modelo de mujer-esposa-madre instruida, eficaz, sabia consejera de su esposo, buena administradora de la hacienda familiar, defensora del honor de la familia y educadora de ciudadanos. Sus conocimientos y habilidades no debían convertirla en una bachillera que ostentase en público su talento y reivindicase espacios y derechos que no le correspondían. Las mujeres, y en mayor medida las aristócratas, sorteando las dificultades que la sociedad patriarcal de su tiempo les imponía fueron capaces de aprovechar las pequeñas brechas que la Ilustración abrió en el modelo diseñado para ellas. Estuvieron presentes como autoras y protagonistas en la prensa, propiciaron tertulias y salones, pugnaron por hacerse presentes, y al final lo consiguieron, instrumentos todos ellos de difusión de las luces, que se habían convertido en señas de identidad de un largo siglo XVIII que se inició antes de 1700 y llegó más allá de su propia centuria.
FUENTE: "Las mujeres en los espacios ilustrados", Mujeres en red
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