Volvemos a traer aquí parte de las preguntas que nos plateamos en la primera entrada sobre género y desigualdad: ¿Por qué somos como somos, hombres y mujeres? ¿Cuáles son nuestras diferencias? ¿Sobre qué se han establecido estas diferencias? ¿Cómo y por qué dichas diferencias han llegado a convertirse en desigualdades?, con la intención que ellas nos marquen la pauta para comenzar. Como ciudadanas y ciudadanos del mundo, nos consta que no existe ninguna sociedad, ningún país, ninguna pequeña isla en el planeta donde las mujeres posean y gocen de los mismos derechos y oportunidades que los hombres. Esto conduce a la siguiente conclusión: la discriminación de las mujeres por el simple hecho de su pertenencia a su sexo biológico es universal.
A través del desarrollo de este ensayo, intentaremos averiguar las razones de esta injusticia que ocurre desde que el mundo es mundo.
1.- EL CONCEPTO DE GÉNERO
¿Qué es? ¿Qué significa? ¿Existe diferencia entre sexo y género?
A partir de los años setenta, las investigadoras feministas acuñan este nuevo término como categoría de análisis de la realidad, para nombrar el entramado de características sociales y culturales aprendidas que se asignan a hombres y mujeres en base a su sexo biológico, con una consecuencia clara: el conjunto de derechos y oportunidades es diferente para hombres y mujeres, siendo menor para éstas últimas. Para MOLINA PETIT, "los discursos feministas sobre la distinción entre sexo y género representan un esfuerzo para sacar a las mujeres de la categoría de la naturaleza y colocarlas en la cultura como seres sociales que se construyen y son construidos en la historia".
Con anterioridad a la aparición del concepto de género, las ideas sobre la masculinidad y la feminidad se aceptaban como herencias naturales basadas en el sexo biológico de los seres humanos. Este reconocimiento de dos cuerpos diferenciados, uno femenino y otro masculino, ha servido de base o fundamento para construir dos modos de ser y de existir, uno para las mujeres y uno para los hombres, que han sido definidos como "innatos", inherentes a su naturaleza y, por tanto, inmutables.
Así, por naturaleza, tener cuerpo de mujer implicaba ser sensible, intuitiva, tierna, dependiente, menos razonable e, incluso, con un menor nivel intelectual, y todo un conjunto de formas de ser y sentir que conforman el modelo femenino. De igual modo, tener cuerpo de varón significaba ser agresivo, valiente, decidido, autónomo, con mayor nivel intelectual, y otras cualidades que forman parte del modelo masculino.
De esta forma, podríamos señalar que el concepto de género surge como una categoría de análisis de la realidad que sirve para distinguir las diferencias biológicas existentes entre hombres y mujeres (sexo), de las diferencias sociales y culturales (género). Simone de Beauvoir ya introdujo -como sabemos- esta diferenciación entre lo sociocultural y lo biológico en las mujeres en su libro El Segundo Sexo (1949), que se manifiesta en su famosa frase: "No se nace mujer, se llega a serlo".
La asignación del género a las personas deviene en el momento en que se tiene conciencia de cómo son sus órganos sexuales, masculinos o femeninos. Una vez conocido el sexo biológico, comenzamos a proyectar en el niño o la niña y a atribuirle el entramado de características genéricas construidas social y culturalmente para el varón o para la mujer.
Mª Jesús Izquierdo habla de una dictadura del género, entendida como "la imposición de la atrofia o hipertrofia a nuestras potencialidades humanas de acuerdo con unos patrones sociales de lo masculino y lo femenino. Hay dos modos de vivir, uno para cada género y cada uno está asignado a un sexo. Una mujer es un ser humano cuyo sexo es hembra y cuyo género es femenino. Un varón es un macho masculino". Sin embargo, si lo biológico no necesariamente determina lo cultural, como afirma la teoría del género, "una hembra puede ser total o parcialmente masculina y un macho femenino", por lo que "no toda hembra es mujer, ni todo macho es varón".
El concepto de género sirve para nominar a todo ese conjunto de características, formas de ser y sentir, expectativas de comportamiento, habilidades y destrezas, roles, responsabilidades que conforman los modelos masculino y femenino, cuyo origen no está en la biología, sino que es consecuencia de construcciones sociales y culturales. Pero, este modelo de ser mujer y el de ser hombre cambian, han cambiado a lo largo de la historia, y cambian de un lugar a otro del planeta; en cambio, el sexo biológico y los diferentes órganos y funciones se mantienen inalterables desde la aparición de la especie humana.
Por consiguiente, podemos decir que con la palabra género hacemos referencia a lo masculino y a lo femenino; no pudiendo ser utilizada en ningún caso como sinónimo de mujeres. Esta reducción simplista de género con mujeres se debe a que el término género fue acuñado desde el feminismo, lo que conllevó a englobar en el concepto género sólo a las mujeres, pero esto no es así. Con la palabra género analizamos las relaciones, la vida de las mujeres y de los hombres.
Pero, a través del género también se organiza la sociedad. Esto es, el conjunto de personas que forman la sociedad se organiza de una manera determinada en función de su pertenencia al género masculino o al género femenino, estableciéndose entre ambos relaciones de poder y subordinación, siendo las mujeres el grupo discriminado y oprimido.
2.- GÉNERO Y DESIGUALDAD SOCIAL
2.1.- Orden Social Sexo-Género.
Como hemos dicho, el género, además de una característica de las personas, es un elemento que sirve para organizar la sociedad. Asimismo, el género nos ayuda a entender la forma en la que, partiendo de una diferencia sexual biológica, entre mujeres y hombres, se construye todo un conglomerado de relaciones sociales desiguales, que son relaciones de poder.
Para Gayle Rubin, el género es una construcción cultural en torno a la cual se estructuran los sistemas de organización de las relaciones sociales: trabajo, producción, relaciones afectivas... Según ella, una mujer es "una hembra de la especie humana" y es a través de un sistema de relaciones sociales como se convierte en "una mujer oprimida"; a este sistema Rubin lo denomina "sistema sexo-género".
Se trata de un sistema de clasificación y organización universal, que convierte la diferencia sexual en desigualdad social. Desigualdad que tiene su fundamento en el hecho de que las relaciones de género son relaciones de poder, ya que este sistema de organización social basado en el género establece una jerarquía de poder de los hombres sobre las mujeres. Estas relaciones se expresan tanto individual como colectivamente, tanto en el ámbito privado del hogar como en el de las instituciones políticas, dando lugar dichas relaciones de poder al PATRIARCADO.
2.2.- El Patriarcado.
La ideología patriarcal se basa, pues, en la creencia de la superioridad masculina sobre la femenina. Los hombres, apelando a su naturaleza y como consecuencia de ella, se creen en posesión de un conjunto de cualidades y habilidades que les otorgan derecho y poder para decidir la ordenación del mundo y de las sociedades; relegando a las mujeres al ámbito de lo reproductivo en la vida privada o a un segundo plano en el espacio de lo público.
La definición patriarcal del mundo es androcéntrica, poniendo al varón dominante como medida de todas las cosas; es decir, se considera al varón como prototipo de ser humano completo y perfecto. Ser varón es lo humano, es lo bueno, es el modelo a alcanzar. Por ello, ser mujer es considerado un modo de ser incompleto y deficiente. En la medida en que el prototipo de "ser masculino" es el referente del "ser persona" (androcentrismo), y las cualidades, roles y funciones masculinas tienen un valor superior a las pertenecientes al modelo femenino, se establece una jerarquía de poder de los hombres sobre las mujeres.
El androcentrismo se sostiene sobre dos falsas premisas, según la conocida formulación de Gisela Breitling: todo lo humano en general es masculino, todo lo masculino es humano en general. Ello viene a implicar que lo femenino queda fuera del universo humano, y que lo masculino posee, por naturaleza, mayor capacidad para mandar y dirigir.
Durante muchas décadas, se ha conceptualizado a las mujeres como seres imperfectos, cercanos a la naturaleza, seres sin alma, irracionales, pasionales.... Señalaba Aristóteles: la mujer es el hombre mutilado, una deformación de nacimiento, un monstruo que, sin embargo, es necesario para la conservación de la especie. Esta concepción de las mujeres como lo diferente, lo otro, lo no humano del todo, lleva implícita una relación jerárquica entre ambos sexos.
Hablar de un sistema patriarcal vigente en el siglo XXI puede parecer una exageración, o provocar reacciones en contra al creerlo un término obsoleto, pero basta con observar a nuestro alrededor y comprobaremos que continúa tan en boga como hace dos mil años. Pues, ¿quiénes son nuestros gobernantes? ¿Quiénes controlan el poder económico y financiero? ¿Quiénes dictan e interpretan, en su mayoría, las leyes? ¿Quiénes dirigen y son propietarios de los medios de comunicación? ¿Quiénes siguen siendo los modelos de referencia?
No obstante, las mujeres han alcanzado cuotas de poder. Ciertamente, se han dado notables avances desde los tiempos en que las mujeres tenían que pedir autorización a los hombres para todo y no tenían ni voz ni voto (en sentido literal) -aunque en algunas sociedades sigue ocurriendo esto-. Sin embargo, el patriarcado es un sistema enormemente flexible y adaptable a las nuevas circunstancias sociales y culturales.
Como afirma Alicia H. Puleo: "la mujer cree obrar en libertad y en realidad está obedeciendo a nuevas consignas sociales. Ahora todas las mujeres pueden (y se sugiere que deben ser) todo al mismo tiempo: madres asalariadas con doble jornada, monjas que aportan su fuerza de trabajo a la colectividad (voluntariado y nuevas formas de asociacionismo en las que, por lo general, las mujeres ocupan las bases y no los cuadros dirigentes) y hasta prostitutas, ya que las revistas femeninas aconsejan cómo comportarse socialmente para agradar a la pareja".
2.3.- Mecanismos de Legitimación, Mantenimiento y Reproducción del Patriarcado.
¿Cómo es posible que un sistema tan injusto, que discrimina y oprime a la mitad de la población mundial permanezca en la actualidad? El análisis de las razones que explican el mantenimiento y reproducción del sistema patriarcal son fundamentales para desmantelarlo, siendo necesario incidir en sus causas.
Para favorecer el entendimiento de los mecanismos que permiten la reproducción del patriarcado, se ha establecido una diferenciación entre aquéllos que se denominan "de coerción" y aquéllos que se llaman "de consentimiento". Alicia H. Puleo define los patriarcados de coerción como aquéllos que "estipulan por medio de leyes o normas consuetudinarias sancionadoras con la violencia aquello que está permitido o no está permitido a las mujeres". En cambio, los patriarcados de consentimiento serían aquéllos en los que se da la igualdad formal ante la ley, definidos como los occidentales contemporáneos, pero mantienen y reproducen las desigualdades de género, la discriminación y la opresión de las mujeres mediante mitos y estereotipos presentes en todo el proceso de socialización: en la familia, en la calle, en la escuela, en las iglesias, en los gobiernos, en los medios de comunicación, etc.
BIBLIOGRAFÍA.
AMORÓS, Celia. 10 palabras clave sobre mujer. Estella: Verbo Divino, 1995.
CAVANA, Mª Luisa. "Diferencia", en Celia Amorós (dir.), 10 palabras clave sobre mujer. Estella: Verbo Divino, 1995.
LAGARDE, Marcela. Género y feminismo: desarrollo humano y democracia. Madrid: Editorial Horas y Horas, 1996.
MOLINA PETIT, Cristina. Debates sobre el género. 2000
OLMEDA VALLE, Amparo y FRUTOS FRUTOS, Isabel. Teoría y análisis de género. Guía metodológica para trabajar con grupos. Madrid: Mujeres Jóvenes, 2001.
SALTZMAN, Janet. Equidad y género. Una teoría integrada de estabilidad y cambio. Madrid: Cátedra. Feminismos, 1992.
SIMÓN RODRÍGUEZ, Elena. Democracia vital. Mujeres y hombres hacia la plena ciudadanía. Madrid: Narcea, 1999.
VALCÁRCEL, Amelia. Sexo y filosofía: sobre mujer y poder. Rubí: Anthropos, 1991.
VALCÁRCEL, Amelia. La política de las mujeres. Madrid: Cátedra, 1997.
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