"Confesaré que es tiránica.
Para hacerle la corte es necesario
Hablarle de Metafísica,
Cuando uno querría hablar de amor"
(Voltaire a J.F. Aldonce de Sade, agosto 1733)
El 17 de diciembre de 1706 ve la luz Gabrielle-Émilie, en el seno de una familia aristocrática vinculada al poder, y que hizo su fortuna desde el siglo XV en la magistratura y las finanzas. Su padre, el barón de Breteuil, estrechamente relacionado con la Corte a través de su cargo de introductor de embajadores, llevó una vida disipada, hasta que en la proximidad de la cincuentena decidió casarse y fundar una familia; pero, anteriormente, mantuvo una larga y duradera relación de la que nació una hija ilegítima, a la que posteriormente apoyaría Émilie cuando aquélla solicitase el reconocimiento de paternidad con la correspondiente compensación económica. Pronto descubrió las excelentes dotes de su hija para los estudios, convirtiendo desde entonces la educación de Émilie en uno de los objetivos prioritarios de su vida. Quizá, por ello, recibiera una educación atípica para su época.
Émilie recibió una esmerada formación: junto a las enseñanzas típicas de la época para las mujeres de su condición social (lenguas clásicas o vernáculas como el inglés y el italiano), se adentró en el estudio de materias que no entraban en el modelo establecido, como la matemática y la física; y todo ello desde casa, compartiendo la educación con sus hermanos y atendida por los mismos preceptores que éstos: apenas pisó un convento. A la tierna edad de nueve años "alternaba ya el esfuerzo de niña estudiosa en resolver los ejercicios de matemáticas con la coquetería de observarse en el espejo durante las clases de canto" (Macarrón Machado), dejando ya traslucir desde su infancia una de las constantes de su vida: la conciliación entre la necesidad de soledad y concentración para el estudio y el goce de toda clase de placeres y pasiones mundanas.
A partir de 1715, y de la mano de su padre, el barón de Breteuil, entra en contacto con la vida de los salones: primero, será en el de su propia casa, donde se reúnen importantes personajes de la filosofía, la ciencia o el arte, entre los que destaca Fontenelle, con el que Émilie hablará sobre física y astronomía; posteriormente, en el salón del Marqués d'Argenson, primo de su padre, en el que conocerá a dos personajes que serán clave en su vida: el duque de Richelieu y Voltaire.
Pero, al mismo tiempo, continúa con tesón sus estudios; a los 17 años lee el Ensayo sobre el entendimiento de Locke, que le deja fuertemente impresionada pues ve en él la plasmación de sus hipótesis sobre una nueva concepción del ser humano como producto de la naturaleza y de la materia, llegándose a su conocimiento a través de la experiencia, y no como creación divina. No obstante, se decantaría por las matemáticas y la metafísica; destacando en geometría y álgebra, en las que obtendrá una preparación a la altura del físico y matemático Maupertuis, a quien admiraba y quien posteriormente se convertirá en su amante y preceptor en su formación matemática. Asimismo, estudió a Descartes, dejando en ella la filosofía cartesiana "la huella del rigor, de la claridad y el método en el pensamiento, así como una estrecha relación entre ciencias y metafísica. Siempre quiso compaginar el determinismo de la naturaleza con la libertad humana" (Macarrón Machado).
A la edad de 19 años, cuando transcurría el año 1725, sus padres planean su matrimonio con el marqués-coronel Florent-Claude du Châtelet, perteneciente a una familia de abolengo, de la aristocracia militar, con el que Émilie acepta casarse con un gran sentido práctico: la posición social de su futuro esposo sería su llave para ascender en la escala social dentro de la aristocracia, permitiéndole así estar bien relacionada y, además, tampoco supondría un obstáculo para sus estudios. Y así fue, se casó en el verano de 1725 y, desde entonces, su marido, Monsieur du Châtelet, "discreto, gentil, cortés y amable", se convirtió en el mayor defensor y apoyo de la actividad intelectual y de la persona de su esposa, presumiendo con orgullo de la superior inteligencia de Madame du Châtelet.
Poco después de su boda, su marido recibe el cargo de gobernador de Semur-en-Auxois, por lo que se traslada a la Borgoña. En ausencia de éste, Émilie es recibida con honores en los salones parisinos de mayor prestigio, donde encontrará a la duquesa de Saint-Pierre, quien "se convertirá en su mejor amiga y maestra mundana" (Macarrón Machado).
Posteriormente, se reunirá con su esposo en la Borgoña y, aunque la vida en provincias le disgusta, la percibe como un impulso para dedicarse a sus estudios; volviendo a París poco después, sumida en la preocupación por su embarazo y el estado de salud de su padre y deseosa de reencontrarse con los placeres mundanos e intelectuales que le ofrece la sociedad ilustrada de París.
BIBLIOGRAFÍA:
MACARRÓN MACHADO, Ángeles, “Ciencia,
vida y metafísica en Madame du Châtelet”, Fundación Canaria Orotava de Historia
de la Ciencia, en http://es.scribd.com/doc/28611682/CIENCIA-VIDA-Y-METAFISICA-EN-MME-DE-CHATELET-Angeles-Macarron-Machado-IES-Agustin-de-Bethencourt-y-FCOHC
MADAME DU CHÂTELET, Discurso sobre la felicidad y Correspondencia, Edición de Isabel Morant Deusa, Ediciones Cátedra, Universitat de València, Instituto de la Mujer, Colección Feminismos, 1997.
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