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viernes, 31 de octubre de 2014

Mujeres Ganadoras del Premio Nobel (XLVIII): May-Britt Moser

May-Britt Moser, la madre del "GPS cerebral"


"Muchos medios se han hecho eco del fallo del jurado de los premios Nobel, que otorgaba la distinción en Medicina a 'los padres' del 'GPS cerebral, sin embargo, en el equipo que ha recibido este galardón también hay una mujer: May-Britt Moser, que se convierte en la 11ª mujer que recibe el Nobel de Medicina desde 1901".

May-Britt Moser (Fosnavag, 4 de enero de 1963) es una profesora, neurocientífica y psicóloga noruega.

En 2014 fue galardonada con el Premio Nobel de Fisiología o Medicina, compartido con John O'Keefe y Edvard Moser, "por sus descubrimientos de células que constituyen un sistema de posicionamiento en el cerebro".

May-Britt, junto con Edvard Moser, constituyen el quinto matrimonio a lo largo de la historia en el que ambos cónyuges consiguen obtener el premio Nobel, en su caso, el de Medicina.

May-Britt cursó estudios de psicología en la Universidad de Oslo, doctorándose en neurofisiología en 1995. Alumna de postdoctorado en la Universidad de Edimburgo (Reino Unido) y científica invitada en el University College de Londres, donde trabaja John O'Keefe, antes de trasladarse en 1996 a la Universidad noruega de ciencia y Tecnología de Trondheim.

May-Britt Moser, junto a su marido, el también galardonado Edvard Moser, fueron profesores asociados en psicología y neurociencia de la NTNU, en 1996. En 2000, fue nombrada, May-Britt, catedrática de neurociencia. Directora fundadora del Instituto Kavli de Neurociencia de Sistemas y del Centro para la Biología de la Memoria (KI/CBM) de la Universidad noruega de Ciencia y Tecnología (NTNU) en Trondheim, Noruega. Moser y su marido Edvard fueron pioneros en la investigación sobre el mecanismo del cerebro para representar el espacio.

El 6 de octubre del año en curso, 2014, la Academia sueca le otorgó el Premio Nobel de Medicina 2014 junto a su marido, Edvard Moser, y John O'Keefe, "por sus descubrimientos de células que constituyen un sistema de posicionamiento en el cerebro". Fue la undécima mujer galardonada con el Nobel de Medicina. La carrera de los tres científicos está centrada en la investigación del cerebro, lo que les permitió descubrir el "GPS interno" que posibilita la orientación en el espacio.

Entre los premios y reconocimientos que se le ha concedido se encuentran los siguientes:

1999: Premio para jóvenes científicos premiados por la Real Academia Noruega de Ciencias y Letras.
2005: 28th annual W. Alden Spencer Award (Colegio de Médicos y Cirujanos de la Universidad de Columbia).
2006: 14th Betty and David Koetser Award para la Investigación Cerebral (Universidad de Zurich).
2006: 10th Prix "Liliane Bettencourt pour les Sciences du Vivant" (Fundación Bettencourt, París).
2008: 30th Eric K. Fernström's Great Nordic Prize (Fundación Fernström, Universidad de Lund).
2011: Louis-Jeantet Premio de Medicina.
2011: Premio Anders Jahre (con Edvard Moser).
2012: Premio de Neurociencia Perl-UNC (con Edvard Moser).
2013: Premio Louisa Gross Horwitz (con Edvard Moser y John O'Keefe).
2014: Karl Lashley Premio Spencer (con Edvard Moser)
2014: Premio Nobel de Fisiología o Medicina (con Edvard Moser y John O'Keefe).





FUENTES: Wikipedia, Buscabiografías.

El drama de las mujeres que van a prisión por abortar en El Salvador


Ocurrió el 24 de octubre de 2004, en San Salvador. Cristina Quintanilla tenía siete meses de embarazo y lo que debía ser un gran momento de felicidad en su corta vida -tenía 18 años- se convirtió en una pesadilla.


A la medianoche se sintió mal y se desmayó en el baño. "Cuando yo me desperté estaba en el quirófano del hospital", recuerda en una entrevista con el programa Outlook de la BBC.

Además del dolor físico que sentía, recuerda también lo extraño que le pareció que dentro del quirófano hubiera varios policías los cuales empezaron a hacerle preguntas apenas despertó.

"Entonces me dijeron que estaba detenida porque había matado a mi bebé".

Así fue como se enteró de que había perdido a la criatura.

Lo que siguió fue una verdadera ordalía para Cristina, debido a las estrictas leyes contra el aborto que existen en su país desde 1998.

En un reporte que divulgó este jueves la organización defensora de los derechos humanos Amnistía Internacional dice que, cada año, la vida de miles de salvadoreñas como Cristina es afectada, ya sea por abortos clandestinos, las penas draconianas o la falta de una educación sexual adecuada.

Según Amnistía, muchas mujeres tratan de provocar abortos bebiendo raticidas o introduciendo agujas de tejer o trozos de madera en su cuello uterino.

Treinta años de cárcel

Antes de 1998, en El Salvador se permitía abortar cuando el embarazo era el resultado de una violación, si el bebé tenía malformaciones o las madres estaban bajo riesgo de muerte.

Un nuevo código penal y la posterior reforma a la Constitución convirtió a El Salvador en uno de los cinco países del mundo -incluido El Vaticano- que prohíbe el aborto bajo cualquier circunstancia.

La legislación estipula que quien practique un aborto o la mujer que se someta a uno, pueden ser encarceladas hasta por 50 años.

Después de tres días en el hospital, bajo el cuidado de dos guardas de seguridad que no le quitaban la mirada de encima ni para ir al baño, Cristina fue llevada a una celda.

En su primera audiencia ante un tribunal, el juez desechó el caso en su contra por falta de evidencia.

Sin embargo, el padre de su hijo, que vivía y trabajaba en Estados Unidos, rompió la relación al leer por internet lo que había ocurrido y de lo que se la acusaba.

La fiscalía apeló la decisión. En 2005 un juez cambió la decisión original y acusó a Cristina de homicidio agravado. La sentencia fue de 30 años de prisión.

¿Igual?

De acuerdo con Amnistía Internacional, exactamente una década después, la situación no ha cambiado.

Según el sitio Salvadoreño El Faro, en el país, en los ocho años comprendidos entre 2002 y 2009, hubo 56.000 abortos registrados -7.000 por año; 19 por día- según un estudio del Instituto Nacional para el Desarrollo de la Mujer, Isdemu, basado en cifras del sistema público.

En el informe, titulado "Al borde de la muerte: violencia contra la mujer y prohibición del aborto en El Salvador", Amnistía Internacional también se hace un vínculo entre la legislación y los suicidios entre adolescentes.

Citan al Ministerio de Salud salvadoreño, que sitúa al suicidio como la segunda causa de muerte de jóvenes entre 10 y 19 años de edad. "Lo que es más: el suicidio es la causa del 57% de muertes de jóvenes embarazadas entre 10 y 19 años de edad". 

El Salvador tiene una de las mayores tasas de embarazo entre adolescentes en la región. 

En el informe de AI se incluyen además casos de criminalización de mujeres que sufren abortos espontáneos, como el de Cristina Quintanilla. En la actualidad, 29 mujeres en prisión cumpliendo penas de entre 30 y 50 años por homicidio u homicidio agravado. Existen serias sospechas de que, en varias de ellas, el aborto fue espontáneo.

Debate

En 2013, el caso de Beatriz (nombre supuesto) de 22 años de edad, le dio la vuelta al mundo. La Corte Suprema de Justicia salvadoreña le negó su solicitud de realizar un aborto terapéutico, pues por diversas enfermedades -entre ellas lupus- tenía serio riesgo de morir durante el parto. El bebé no tenía cerebro, por lo que moriría poco después de nacer.

Finalmente el gobierno permitió que a Beatriz se le realizara un "parto inducido" a través de cesárea. El bebé murió a las cinco horas de nacido.

Luego de este desenlace, el movimiento salvadoreño Vida SV divulgó un comunicado en el que decía "la vida le ganó a la muerte aún por unas horas. Nos manifestamos alegres de que la sentencia dada por la Corte Suprema de Justicia buscó y logró proteger ambas vidas".

Otras organizaciones -salvadoreñas y foráneas- que se oponen al aborto aplaudieron la decisión de la Corte y dijeron que la información sobre el caso había sido manipulada y que la vida de la joven no corría riesgo.

Después del caso, la Organización de Naciones Unidas pidió a El Salvador que reconsiderara su legislación sobre el aborto.

"Una absoluta prohibición del aborto, cuando el resultado es un grave riesgo a la vida y a la salud de las mujeres, constituye una violación de las obligaciones estatales de prevenir la tortura, y el trato inhumano, degradante o cruel" expresó un grupo de expertos de la ONU en un comunicado.

Amnistía Internacional solicita la despenalización de aborto en caso de violación, malformación del feto y riesgo para la vida de la madre. Es decir volver a la situación previa a 1998. 

Cuatro años

En 2007, el caso de Cristina Quintanilla fue tomado por el abogado Dennis Muñoz Estanley quien, en 2009, consiguió que la sentencia fuera reducida a tres años.

Sin embargo, la acusación por homicidio agravado nunca se cambió.

Cristina cree que la ley antiaborto "discrimina a las mujeres con poca educación, como yo, que no entienden sus derechos o el sistema. Creo que es inconstitucional porque según nuestra Constitución todos tenemos derecho a la vida, pero la ley contra el aborto le niega ese derecho a las mujeres embarazadas".

Después de ser puesta en libertad, Cristina soñaba con ser abogada "y ayudar a tras mujeres. Pero mis antecedentes criminales me han cerrado muchas puertas. Nadie me da empleo". 

Por eso decidió abandonar su país. Ahora vive como indocumentada en Estados Unidos.


FUENTE: BBC Mundo, Ciudad de México | Juan Carlos Pérez Salazar

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jueves, 30 de octubre de 2014

Diez días de justicia

"Al menos ha quedado demostrado el genocidio", dice la abogada española que participó en el proceso contra Ríos Montt, anulado por el Constitucional guatemalteco


Erguido e impasible. Cuenta Paloma Soria que el expresidente guatemalteco Efraín Ríos Montt no se inmutó al escuchar los relatos de las violaciones sistemáticas a las que sus soldados sometían a las mujeres mayas. La historia de la niña a la que los militares agredieron sexualmente hasta matarla. La de la embarazada a la que abrieron el vientre para sacarle el feto. La del padre al que obligaron a ver cómo torturaban a su esposa y a sus hijos. Durante los dos meses del histórico juicio al dictador, sus abogados pasaron por encima de los brutales crímenes cometidos contra las mujeres de la etnia ixil en la época en la que Montt gobernó el país (1982-1983). Abusos sistemáticos para acabar con los indígenas que ha documentado Soria, una abogada española que ha participado en el proceso contra el expresidente. Su análisis de las atrocidades sufridas por las mujeres a manos de los militares que Montt tenía a su cargo ha sido uno de los cimientos que ha sustentado su condena: 80 años de prisión por genocidio y crímenes de guerra. El veredicto, comunicado el pasado 10 de mayo [2013], apenas se ha mantenido diez días. El pasado lunes, el Constitucional guatemalteco anuló la sentencia que reconocía los asesinatos de 1.771 ixiles y ordenó repetir una parte del juicio. Una acción, asegura Soria, que no desanima a los supervivientes de las masacres. "Se ha demostrado que lo que ocurrió en Guatemala fue un genocidio y eso siempre quedará ahí. Pase lo que pase, al menos durante diez días ha habido justicia", apunta.

Menuda pero con una mirada azul poderosa, esta malagueña de 31 años es la única abogada española que ha intervenido como perito en el histórico juicio contra Montt, el primer ex jefe de Estado centroamericano procesado por genocidio y juzgado, además, en su propio país. Especializada en temas de género y letrada de la organización internacional Women's Link Worlwide, Soria se incorporó al caso guatemalteco en 2011, cuando la Audiencia Nacional española, que llevaba el caso iniciado por la premio Nobel Rigoberta Menchu contra Montt y otros ocho exgenerales por genocidio, aceptó una ampliación de querella para incluir los crímenes de género. "Durante el conflicto se ejerció violencia sexual extrema y sistemática contra las mujeres, pero esta había permanecido invisible para los operadores jurídicos. Los testigos la constataban, pero se pasaba por encima como una acción más, comparable a la quema de cultivos o el robo de ganado. Faltaba la conciencia de que esos crímenes específicos prueban el genocidio. Tenían como objetivo la destrucción de la etnia", concreta.

Agredir, torturar y violar a las mujeres es una forma de erradicar a un pueblo. De acabar con su futuro. De intimidarle y humillarle. Y durante el conflicto interno de Guatemala -de 1960 a 1996, el más largo de América-, en el que murieron unas 200.000 personas, en su mayoría campesinos indígenas, unas 100.000 mujeres fueron violadas. En los años de férreo Gobierno de Ríos Montt, el general que salpicaba sus discursos públicos de citas bíblicas y afirmaba que el buen cristiano es aquel que blande la Biblia y la metralleta, esa violencia fue extrema. "Salvaje", incide la abogada de Women's Link Worldwide. Sobre todo en el departamento de Quiché (al norte del país), en el conocido como Triángulo Ixil, donde el ejército se lanzó contra los campesinos de origen maya que habitaban esas tierras con la excusa de que colaboraban con las guerrillas comunistas.

Soria visitó por primera vez el triángulo en 2011. Viajó hasta sus boscosos y escarpados pueblos para conocer a las mujeres por las que pelearía, primero, en la causa por genocidio que se libraba entonces en la Audiencia Nacional española -aún en fase de instrucción- y, después, en el histórico proceso en Guatemala. Otras mujeres, muchas de ellas ya abuelas, de otros pueblos a los que no llegó Soria recorrieron kilómetros de abruptos caminos, algunas con sus nietos, para participar en los encuentros organizados por la Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala (CONAVIGUA) para que las víctimas compartieran con la abogada sus recuerdos.

Como Elena de Paz, que relató ante el tribunal que juzgaba a Montt cómo con sólo 12 años fue despojada de todo lo que conocía. En 1982 los soldados llegaron a su pueblo. Quemaron las casas y los cultivos de maíz con los que subsistían los campesinos. Mataron a los animales y a muchos hombres y se la llevaron a ella, a su madre y a otras mujeres al destacamento militar de Tzalbal. Allí, describió, la violaron durante tres días. No sabe cuántos soldados "pasaron" por ella porque en muchos momentos perdió el conocimiento. Cuando la soltaron sólo sentía dolor. "A mi mamá no la volví a ver", contó. En la última imagen que tiene de ella un soldado le mordía violentamente el pecho. Cree que murió durante las violaciones.

Como De Paz, cuenta Soria, la mayoría de las mujeres que no lograron escapar a las montañas fueron secuestradas y enviadas a los destacamentos militares en aquellos años negros. En las zonas donde dormían y descansaban los soldados también estaban pautados los "intercambios" con el sexo opuesto. En algunos instalaban a las mujeres en casetas. En otros las arrojaban directamente al interior de grandes hoyos cavados en la arena. "Sólo las sacaban para violarlas y luego las volvían a meter. Estaban allí, desnudas, sin apenas alimentos. De vez en cuando las regaban para limpiar un poco el sitio... Muchas morían en el agujero. Otras, durante las violaciones o directamente eran ejecutadas", dice.

La tortura no terminaba con la liberación. Gran parte de las mujeres ixiles que sufrieron agresiones a manos del ejército tuvieron que afrontar también el rechazo social de su propia comunidad. Algunas fueron abandonadas por sus maridos o repudiadas por sus familias. Por eso, la abogada cree que para las supervivientes ver a Montt -uno de los generales bajo cuyo mando se perpetró el exterminio- juzgado en su propio país está siendo un paso clave para cicatrizar unas heridas aún abiertas. "Algunas no habían contado a nadie lo que les ocurrió, que fueron agredidas sexualmente, torturadas o esclavizadas por los soldados", explica. Como aquellas dos mujeres, madre e hija, que en uno de los encuentros con Soria se relataron una a la otra por primera vez lo que les había ocurrido. O la que narró cómo los soldados se llevaron a su hija de diez años y otras niñas del pueblo, y que cuando su pequeña volvió no sabía verbalizar lo que le habían hecho. 

"La violencia sexual contra las niñas y mujeres ixiles fue generalizada y prueba que había intención de destruir al grupo. Cuando atacas a las mujeres de esa manera estás impidiendo la reproducción de la comunidad. Física y culturalmente, porque las ixiles, además, tienen un papel determinante en la transmisión de su cultura y las tradiciones", explica. Pero han sobrevivido. "Han conseguido transformar su dolor en justicia. Lo que ocurrió hace 30 años aún les duele. Lo recuerdan y lloran, pero aun así lo cuentan. Ahora son conscientes de que lo que les pasó no tenía que haber ocurrido y no desean que se repita con sus hijas o sus nietas".


FUENTE: El País (Mayo 2013)

domingo, 26 de octubre de 2014

Mutismo selectivo

Por Evelyn Recinos (*)





Según la definición del diccionario de la Real Academia Española, el mutismo es el silencio voluntario o impuesto.

Las mujeres en muchas regiones del mundo nos vemos obligadas a callar los dolores más profundos, aquellos que marcan nuestros cuerpos y nuestros destinos para siempre. Esto ocurrió también en Guatemala, la guerra llegó hasta los cuerpos de las mujeres.

La violencia sexual sufrida por miles de mujeres durante los conflictos armados ha sido silenciada por años. En el caso de Guatemala, la mayoría de casos siguen sin ser revelados. Muchas mujeres nunca han podido hablar, sólo unas pocas han logrado -casi 30 años después- contar lo sucedido.

Primero lo hicieron en sus comunidades, junto a otras mujeres que también sufrieron la violencia; después, tras un largo camino recorrido y un gran esfuerzo, ante lo jueces, juezas, fiscales, abogados y abogadas.

Un claro ejemplo de ese esfuerzo por romper el silencio se vivió en Guatemala durante el juicio por genocidio contra el ex jefe de Estado José Efraín Ríos Montt y José Mauricio Rodríguez Sánchez. Allí diez mujeres valientes contaron la verdad de lo ocurrido y hablaron frente a quienes las sometieron a reprochables episodios de violencia, incluida la violencia sexual. Hablaron y rompieron el mutismo con valentía.

Las manos heridas y arrugadas de estas mujeres apretaban fuerte sus huipiles (blusa del traje típico maya), sus voces se quebraban, pero tenían una firmeza que asombraba y hacía erizar la piel. Hablaban y con cada palabra se hacía evidente el deseo que las impulsaba: primero la búsqueda de la justicia y segundo que ninguna otra mujer, nunca más tuviera que vivir lo que ellas vivieron.

Dos juezas y un juez escucharon atentos pero no fueron los únicos. Detrás de ellas, un gran grupo de mujeres las respaldaron y acompañaron en su lucha, mujeres ixiles y otras tantas de comunidades lejanas, estudiantes, feministas, madres, hermanas, amigas, activistas de derechos humanos, abogadas, escritoras, antropólogas, sociólogas, psicólogas, investigadoras, comerciantes, peritas, todas de distintos lugares y distintas realidades, que también hicieron su parte para romper un silencio que se hacía cómplice.

Esas mujeres valientes cambiaron la historia, rompieron el mutismo y permitieron que se nombrase e hiciera visible lo que por tantos años quiso ser ocultado y callado.

Fueron respaldadas por otras que desde sus profesiones y oficios hicieron lo que estaba en sus manos, las colaboraciones recibidas desde distintas instancias tales como la presentación de peritajes como el de Women's Link nos recuerdan que superar el mutismo y transformarse una misma en voz autorizada es siempre un acto de valentía personalísima pero construir una nueva historia a partir de allí, es tarea de todas y todos.

Para conocer más sobre este caso te invitamos a ver nuestro vídeo de 8 minutos de duración: "Verdad y justicia para las mujeres de Guatemala".


(*) Evelyn Recinos es una de las nuevas abogadas de Women's Link y con motivo del lanzamiento del vídeo "Verdad y Justicia para las Mujeres de Guatemala" y siendo ella guatemalteca ha escrito un precioso texto sobre la historia de las mujeres sobrevivientes que testificaron en el juicio contra Ríos Montt.


FUENTE: Women's Link Worlwide

viernes, 24 de octubre de 2014

La Ley sí es el problema

Por Lidia Falcón (*)



En un año especialmente sangriento para las mujeres, en el que se han cometido 47 feminicidios por violencia machista hasta el 30 de agosto, las organizaciones feministas se concentraron en Madrid en la Puerta del Sol el 25 de septiembre para dar testimonio de que ante la indiferencia de la sociedad civil, la inoperancia de las fuerzas de seguridad del Estado, la hostilidad de los jueces y fiscales y la impunidad de los maltratadores, nosotras al menos no olvidamos a esas desgraciadas víctimas, cuyos nombres nadie recuerda.

Pero resulta enormemente frustrante que unos cuantos grupos de mujeres llevaran como consigna el lema "La Ley no es el problema, la Ley es la solución". Es un lema críptico puesto que únicamente las que estamos en esta lucha desde hace tiempo sabíamos que se referían a la Ley Orgánica de Medidas Integrales de Violencia de Género, cuya modificación estamos pidiendo desde otras tendencias del feminismo, ante el evidente fracaso de la misma.

Esa ley que en diciembre cumplirá 10 años tiene en su haber más de setecientas asesinadas, con un número indeterminado pero millonario de maltratadas, violadas y abusadas sexualmente -como de niños apaleados, asesinados y desaparecidos- a las que se no se ha protegido por los poderes públicos.

El argumento de las empecinadas defensoras de este cuerpo legal es que mientras la ley es perfecta -y únicamente al parecer esta ley es la que no necesita modificación alguna ya que hasta la Constitución ha sido modificada dos veces- son las instituciones encargadas de hacerla cumplir las que la interpretan de manera tan torticera que dejan a las mujeres desprotegidas.

Y es cierto ello. No hay más que seguir las cifras de archivos, sobreseimientos y absoluciones, y hasta las condenas de las mujeres acusadas de denuncia falsa, cuando han sido coaccionadas para retirar la denuncia o confesar que mintieron, sin que los juzgados investiguen de qué manera están siendo amenazadas, incluso de muerte, si siguen con el procedimiento.

Pero el instrumento legal fundamental para que la mujer pueda recibir protección es esa Ley, ensalzada fanáticamente, que contiene en ella misma los elementos para que los maltratadores salgan impunes de sus fechorías.

Para las defensoras a ultranza de la norma debería al menos avergonzarlas que en el primer artículo se excluya de la protección a todas las mujeres que no sean la esposa o la pareja estable. Frente a las leyes de varios países que otorgan la categoría de feminicidio a todos los asesinatos de mujeres, y establecen hasta 19 formas de violencia machista, nuestra ley parece concebida por los católicos integristas, para quienes aquella mujer que no tenga una relación sentimental permanente no merece disfrutar de una vida libre de violencia. Quedan pues, fuera del ámbito de la norma, las amantes ocasionales, las madres, las hermanas, las hijas, las vecinas o las desconocidas y por supuesto las prostitutas.

A la vez, el articulado, que no reproduzco por evitar la pesadez de su lectura, establece tantas condiciones para que realmente pueda perseguirse al agresor que hace totalmente ineficaces las pomposas medidas que se publicitan continuamente con el propósito de que las mujeres denuncien.

Es preciso que la víctima formule la denuncia con exposición de todas las agresiones sufridas, durante varios años en un gran número de casos, sin que obligatoriamente la asesore un letrado o una letrada, con lo que la mayoría de los atestados policiales ni siquiera relata los hechos con precisión. Esa es la manera en que los juzgados encuentran la argumentación útil para archivar el 55% de las denuncias, sin más trámite.

No se contempla en la Ley la posibilidad de dictar las órdenes de alejamiento y de protección sin que el acusado esté presente, con lo que los agresores escabullen muchas veces la citación solamente escondiéndose. En tales casos los expedientes duermen en los cajones.

Tampoco está legislado que se encarcele al agresor cuando las lesiones sean graves o el peligro para la mujer se haga evidente. En consecuencia tenemos en libertad a miles de hombres que han agredido y amenazado a su pareja, y es preciso arbitrar protocolos de protección para ellas, cuya práctica siempre es precaria, que son mucho más ineficaces y caros que la seguridad de la prisión.

La ley no prescribe que obligatoriamente se le retire la custodia y las visitas al padre maltratador, incluso cuando sus propios hijos y/o hijas han sido víctimas de ellos. Es fácil, en consecuencia, para el juzgador o la juzgadora, mantener un torturador régimen de relación parental que destroza la salud psíquica de los y las menores. En consecuencia, se producen las perversas situaciones de que sea la madre la condenada cuando se niega a entregar los hijos y/o hijas menores al padre maltratador, como es el caso que en este mismo momento está sucediendo en Sevilla, en el que María Salmerón Parrilla ha sido requerida para que ingrese en prisión para cumplir la condena de seis meses por negarse a obedecer la orden judicial de que su ex marido disponga de los menores dos fines de semana completos al mes, después de haber sido todos, madre e hijos, víctimas de malos tratos del padre. O de que el juzgado haya impuesto que la niña de 4 años vaya a visitar a la prisión al asesino de su madre. El imperio del Derecho Patriarcal ultra. De esta disposición a la justicia talibán no hay mucho trecho.

Sin entrar aquí en detalles procedimentales, al mantener la Ley los mismos requisitos de carga de la prueba y de plazos, recursos y apelaciones, que la Ley de Enjuiciamiento Criminal, la mayoría de las denuncias por maltrato y de las solicitudes de protección de las víctimas quedan sin seguimiento o sin concederse.

No hay suficiente espacio para comentar los incumplimientos de la primera parte de la Ley, por parte del sistema educativo, de salud y de asistencia social, que, como un brindis al sol, expone las medidas educativas, sanitarias y sociales que deberían implantarse en apoyo a las víctimas. Y que se ha quedado en una mera exposición de intenciones, puesto que nunca se ha dispuesto de los fondos necesarios para su realización, ya que su cumplimiento no tiene carácter imperativo.

Hace muchos años que en diversos encuentros y simposiums expuse que a los jueces era preciso obligarles a establecer las medidas fundamentales para proteger a las mujeres. Por ello, desde el Partido Feminista impulsamos la aprobación de una Ley de violencia que estableciera la responsabilidad de los funcionarios de la Administración de Justicia cuando hicieran dejación de su obligación de aplicar la tutela judicial efectiva a las víctimas.

Responsabilidad que se les exige en otros Códigos Penales de varios países, entendiendo que las mujeres pueden ser víctimas de violencia institucional cuando ni fiscales ni jueces dictan las medidas eficaces para protegerlas, o incluso las desprecian o se burlan de ellas, como está sucediendo cotidianamente con la actuación de las diversas policías y de los juzgados en España.

Amnistía Internacional ha elaborado dos buenos informes sobre las carencias de esa Ley que permiten la desprotección que padecen las mujeres víctimas de maltrato machista por parte de las instituciones del Estado, sin que ni el Gobierno ni el Parlamento ni los partidos políticos se hayan dignado ni aún a acusar recibo de las muchas alegaciones que presenta esa organización.

Y estas son sólo algunas de las modificaciones imprescindibles y urgentes que precisa esa tan adorada Ley para que realmente las víctimas de maltrato
puedan acogerse a ella con alguna posibilidad de éxito. Los demás temas: la preparación de los funcionarios de la Administración de Justicia, de los médicos, forenses y psicólogos, la publicidad, los medios de comunicación y la formación de una opinión pública cívica, precisan de otros artículos.

Pero lo que sí es meridiano es que para poder empezar a encarar con eficacia la protección de las mujeres la Ley de Violencia de Género actual sí es el problema.

FUENTE: PUBLICO.ES

(*) LIDIA FALCÓN O’NEILL es licenciada en Derecho, en Arte Dramático y Periodismo y Doctora en Filosofía. Nombrada Doctora Honoris Causa por la Universidad de Wooster, Ohio. Es fundadora de las revistas Vindicación Feminista, y Poder y Libertad, que actualmente dirige. Creadora del Partido Feminista de España y de la Confederación de Organizaciones Feministas del Estado Español. Ha participado en el Tribunal Internacional de Crímenes contra la Mujer de Bruselas, en el congreso Sisterhood Is Global de Nueva York, en todas las Ferias Internacionales del Libro Feminista y en los Foros Internacionales de la Mujer de Nairobi y de Beijín.

Es colaboradora de numerosos periódicos y revistas de España y de Estados Unidos. Ha publicado 42 libros. En el terreno del ensayo destacan: Mujer y SociedadLa Razón FeministaViolencia contra la mujerMujer y Poder Político y Los Nuevos Mitos del Feminismo que han sido traducidas a varios idiomas. Así mismo, tiene una extensa obra narrativa: Cartas a una idiota españolaEs largo esperar calladoLos hijos de los vencidosEn el InfiernoEl juego de la pielRupturas, Camino sin retornoPostmodernosClaraAsesinando el PasadoMemorias PolíticasAl Fin estaba SolaUna Mujer de nuestro TiempoEjecución Sumaria y el libro de poesías Mirar Ardiente y Desgarrado

jueves, 23 de octubre de 2014

UNA ALTERNATIVA GLOBAL AL SISTEMA: El eco-socialismo-feminista

Por IÑAKI BARCENA (*)



La situación de urgencia ecológica y social en la que nos encontramos es consecuencia directa del modo de producción y consumo inherente al sistema capitalista, si bien el discurso dominante, promovido por los grandes centros de poder y basado en el engaño y la manipulación, trata de ocultar esa realidad.

Hay que decirlo claro: ha sido la enorme concentración de poder político y económico de una minoría acaparadora y su insaciable búsqueda del lucro las que han generado la inadmisible desigualdad social de nuestra sociedad y la gravísima degradación ambiental de nuestro planeta.

La solución no puede hallarse, tal como se está planteando desde el discurso neoliberal, en reproducir las mismas estructuras económicas y sociales que han provocado esa situación de emergencia. Sí hay alternativas. Un cambio de modelo es más necesario que nunca. Un cambio que, aceptando la imposibilidad de un crecimiento ilimitado en un planeta finito, tenga como objetivo fundamental la satisfacción de las necesidades básicas de todas las personas, necesidades que deben ser decididas democráticamente.

El eco-socialismo-feminista trata de conformar una respuesta ideológica a la profunda crisis civilizatoria que vivimos urbi et orbe, una propuesta de sólidas bases teóricas y múltiples propuestas prácticas de confrontación ideológica tanto con el “pensamiento único” como con el “fin de las ideologías”. Decimos crisis civilizatoria, en el sentido y contenido que le da Paco Fernández Buey: “la palabra clave es la insostenibilidad: si no es sostenible la base material del mantenimiento de la vida humana sobre la tierra, evidentemente tampoco puede mantenerse sobre ella el tipo de civilización que ha sido causa de tal perturbación”.

Por eso, más allá de los interesados silencios académicos, políticos e institucionales que no se atreven a usar determinados términos, consideramos que es una crisis del capitalismo y del pensamiento y de los valores de la denominada cultura occidental. Es decir, hablamos de una crisis ecológica y energética, de una crisis económica y social, de una crisis del patriarcado y de la democracia, y de una crisis sin precedentes del sistema de instituciones y valores que han dirigido los destinos del mundo en los últimos tres siglos.

Como dice Jorge Riechmann “necesitamos cambiar las gafas con que miramos el mundo. Pero hacerlo es muy difícil: no hay óptica suministradora de gafas prêt a porter donde podamos comprar lucidez a buen precio. No se trata de sustituir una construcción ideológica por otra, sino emprender un laborioso trabajo de revisión crítica de los valores y creencias dadas, que hoy nos están equivocando terriblemente”. Ese es, a mi entender, el gran reto del eco-socialismo-feminista.

Hemos elegido el término eco-socialismo-feminista pero podríamos haber igualmente elegido el socialismo-eco-feminista o el eco-feminismo-socialista. Aún quedan, matemáticamente hablando, tres posibilidades más de cruzar los términos ecologista, feminista y socialista. A nuestro juicio, el orden de los factores no debiera alterar el producto. Esto es, estamos hablando de un esfuerzo ideológico de convergencia donde los tres pilares de sustento son irremplazables e insustituibles. Son básicamente, la suma de dos corrientes de pensamiento y acción, la eco-socialista y la eco-feminista, que hasta la fecha, a nuestro entender, no han sabido, salvo excepciones, juntar sus miradas, sus discursos y sus prácticas.

Poner eco- delante de socialismo y ambos delante de feminista no significa que la primera contradicción, la cuestión principal, sea la que se deriva del binomio sociedad-naturaleza. Ni que después estén las cuestiones de las clases sociales. Y acabar en feminista no significa el reconocimiento a posteriori de la importancia de poner en cuestión el patriarcado como sistema de dominación adverso a las mujeres, homosexuales y jóvenes. Los tres pilares, el medioambiental, el anticapitalista y el anti-patriarcal deben ir de la mano y debidamente equilibrados para que el resultado sea ideológicamente coherente y funcione, esto es, movilice y produzca cambios culturales y sociales.

Si bien el término resulta, de por sí, bastante largo no faltará quien diga que para enfrentarse ideológicamente a la crisis civilizatoria que soportamos las cuestiones nacionales, el militarismo o la democracia son asuntos centrales a abordar. Pienso que tanto el eco-pacifismo como el socialismo democrático son parte indispensable de la ideología eco-socialista-feminista. El derecho de autodeterminación de los pueblos, la desmilitarización de la sociedad promovida por ecologistas y feministas y la revitalización democrática del sistema político institucional en cualquier parte del mundo, son cuestiones básicas de esta nueva opción ideológica que parte de tres ejes convergentes: la sostenibilidad de los ecosistemas físico-biológicos que mantienen la vida, la superación de la acumulación capitalista como modelo de producción y de consumo y de la democracia liberal representativa como paradigma político-institucional y el rechazo frontal de todas las formas e instituciones de opresión patriarcal.

Socialismo, feminismo y ecologismo, como ya hemos anticipado, deben ir de la mano, no en fila, ni en orden jerárquico. O dicho de otra forma, las experiencias e idearios ecologista y feminista son dos buenos apoyos ideológicos para retomar la lucha anticapitalista, sabiendo que las cuestiones ambientales o la opresión patriarcal no pueden ser relegadas a un segundo plano, como contradicciones secundarias. Además, cada vez más gente es consciente de que la alternativa no vendrá desde arriba, desde las estructuras del Estado, ni desde las geniales ideas de mentes intelectuales privilegiadas sino desde abajo.

Ecologismo y feminismo, como decíamos anteriormente, son ideologías que han fermentado en el seno de los denominados nuevos movimientos sociales; pero sería un error pensar que sólo miran hacia la izquierda, ya que han tenido contacto y cruces con otras ideologías más allá del socialismo.

A nosotros nos interesan ahora las relaciones del ecologismo con la izquierda. Aquí encontramos varias opciones. Las dos más importantes son el eco-socialismo y eco-anarquismo, manteniendo el viejo enfrentamiento ideológico entre Marx y Bakunin. A mi entender esta brecha ideológica entre la familia marxista y anarquista no desaparece pero se reduce drásticamente cuando el ecologismo va por el medio como nexo copulativo.

El joven Marx que describió al trabajo como la “humanización de la naturaleza” y a la vez como “naturalización de lo humano” puso las claves para un socialismo basado en el respeto a los ecosistemas. No obstante, la lectura productivista del marxismo ortodoxo y el sueño en el desarrollo ilimitado de las fuerzas productivas han sido poco edificantes para el eco-socialismo.

-Es cierto también que el anarquismo históricamente ha casado mejor con las ideas ecologistas. Murray Bookchin, anarquista norteamericano defensor de la ecología social y profesor en el Institute of Social Ecology de Vermont es quizás el mejor exponente del eco-anarquismo pero Piotr Kropotkin y William Morris también han dejado interesantes aportaciones ideológicas para el ecologismo social. La descentralización, la autosuficiencia comunitaria y la cooperación no jerárquica, la participación democrática y la acción directa son las ideas centrales de este ideario eco-anarquista.

A lo largo de su historia el feminismo socialista ha puesto el acento en el sustrato socio-económico del patriarcado; sin embargo, como se ha podido observar en las diversas experiencias socialistas, la igualdad social y económica no han supuesto el fin de la opresión sexual y social de las mujeres. Por eso el feminismo socialista en la actualidad tiene que aceptar los puntos de vista de otros feminismos que atienden a visiones que tratan de ir más allá de las contradicciones económicas. Es interesante reconocer que también el feminismo radical y de la diferencia ha puesto en cuestión la “meritocracia” individualista del liberalismo capitalista. También el feminismo radical ha llamado la atención sobre las limitaciones del individualismo liberal, que esconde el carácter estructural del patriarcado que oprime a las mujeres no como individuos privados de derechos y libertades sino como seres sexuados sistemáticamente oprimidos. Un individualismo opuesto a que las mujeres actúen colectivamente hermanadas y que trata de transcender el sexo y otras identidades colectivas, tratando a todos por igual, esto es como si todo el mundo respondiera al patrón de hombre-blanco-occidental.

Como plantea Joan Kelly, las dos esferas socio-sexuales que han conformado la lucha feminista en las últimas décadas, la de las pensadoras feministas de tradición marxista que han puesto su énfasis en la organización de la producción capitalista fuera del hogar y la del feminismo radical que se han preocupado más por la sexualidad y las relaciones sociales que por el trabajo, han llegado a un punto de complementariedad, donde ya no hay una opresión de clase o raza y otra sexual sino ambas a la vez, no existen espacios y explotaciones por separado, sino que ambas esferas deben superponerse porque la relación entre los sexos actúa de acuerdo con y por medio de estructuras socio-económicas y de sexo-género de forma distinta en cada sociedad, en cada clase y en cada grupo étnico.

Finalmente una autocritica en reconocimiento de las mujeres eco-socialistas. En su interesante obra “Los utópicos post-industriales” el australiano Boris Frankel, al hacer repaso de las propuestas post-capitalistas de R. Bahro, A. Gorz, A. Tofler, B. Jones y otros, hace una dura crítica al olvido de estos autores de las cuestiones relativas a las mujeres en el diseño de la sociedad post-industrial. “Ningún colectivo social tiene mayor interés en las alternativas planteadas a las burocracias del bienestar social que las mujeres. Es fundamental, por tanto, que toda idea de la sociedad post-industrial que aspire a ser pro-feminista pueda demostrar la forma en que las relaciones sociales alternativas eliminarán la desigualdad y discriminación actualmente existentes”.

Esto es algo que ha sido también remarcado con firmeza por Jorge Riechmann. En el capítulo final de su obra “El socialismo puede llegar sólo en bicicleta” asevera que si el sistema capitalista está basado en la acumulación de beneficios, el eco-feminismo defiende que el cuidado de la vida es prioritario y el eco-socialismo que ese cuidado debe hacerse con bien común y bienes comunes. Que necesitamos un eco-socialismo feminista para el siglo XXI. Esta reivindicación se hace desde la crítica a algo que según su visión Marx no llegó a teorizar adecuadamente: “Debemos aprender a arreglárnoslas para conseguir una sociedad sin clases, pero no podemos pretender una sociedad sin trabajo o sin sexos. Los humanos siempre necesitarán trabajar para garantizar su existencia en el marco de la naturaleza, incluso en el nirvana socialista. La gente debe hacer ciertas cosas para sobrevivir y reproducirse, y si esto no se aborda teórica y políticamente, los políticos socialistas nunca conseguirán afrontar con éxito los temas de la subordinación de la mujer o de la degradación ecológica”.

El eco-socialismo se ha basado en la crítica del productivismo y el rechazo a la concepción teórica del marxismo ortodoxo que apostaba por el libre e ilimitado desarrollo de las fuerzas productivas una vez superado el capitalismo, pero a nuestro entender su compromiso contra la opresión de las mujeres, las más de las veces, ha quedado en un segundo plano. Resulta curioso que en la lista de autores que M.Löwy cita como defensores del ideario eco-socialista en los últimos 30 años aparezcan Manuel Sacristán, Raymond Williams, Rudol Bahro, André Gorz, James O`Connor, Barry Commoner, John Bellamy Foster, Joel Kovel, Juan Martínez Alier, Francisco Fernandez Buey, Jorge Riechmann, Jean Paul Deléage, Jean Marie Harribey, Elmar Alvater, Frieder Otto Wolf y… ninguna mujer. No estaría de más recordarle a nuestro amigo Löwy que en el Manifiesto Ecosocialista Internacional redactado por el mismo Löwy y por Kovel en el año 2001 aparecen varias firmantes feministas, algunas bien conocidas como Ariel Salleh. Y que en el Manifiesto Ecosocialista. Por una alternativa verde en Europa firmada por varios europarlamentarios verdes ecosocialistas como el alemán F.O. Wolf y el portugués C. Antunes aparecen también las eurodiputadas Penny Kemp e Isabel Stengers. Y aun más, el capitulo segundo de esta obra colectiva está dedicado a la liberación de las mujeres y analiza las cuestiones del feminismo y el trabajo, el cuerpo y la puesta en cuestión del poder en nuestra sociedad. Y termina concluyendo: “El ecosocialismo será feminista o no será”.



FUENTE: VIENTOSUR.INFO

(*) Iñaki Barcena forma parte del Consejo Asesor de VIENTO SUR, es profesor de la UPV-EHU, activista de Ekologistak Martxan y partícipe en el nacimiento, estos días, de la Fundación hitz&hitz (palabra-y-palabra). Estas tres instituciones han organizado los días 7 y 8 en Bilbao unas jornadas sobre “Cambio climático, transición ecológica y reparto del trabajo” que se celebrarán en el Bizakaia Aretoa (Paraninfo en Abando Ibarra) de la UPV-EHU a partir de las 19 h.

miércoles, 22 de octubre de 2014

Carta abierta a Ana Mato de una mujer maltratada


Usted ha decidido llevar a cabo un 'gran acuerdo' para luchar contra la violencia machista, uno similar al que ya rechazó su partido en abril y del que se habrían alegrado las 20 mujeres que han sido asesinadas por sus parejas o ex parejas desde entonces.


Estos días he visto en los medios la noticia de que usted, señora ministra, ha decidido llevar a cabo un "gran acuerdo" para luchar contra la violencia machista. Es un acuerdo similar al que ya rechazó su partido en abril y del que se habrían alegrado las 20 mujeres que han sido asesinadas por sus parejas o ex parejas desde que se rechazó este pacto. Aun así, me alegra de que por fin haya detectado esta necesidad.

Le escribo como víctima de violencia machista. Creo que es la primera vez que escribo esto. Tras un año y medio de litigios, todavía no había sido capaz de decir que soy víctima de violencia machista hasta este momento. Por ello quiero contarle mi experiencia para que, en este gran acuerdo, también se tenga en cuenta a ese gran grupo de mujeres al que pertenezco y que muchas veces somos unas incomprendidas: las mujeres maltratadas psicológicamente.

Nosotras somos esas mujeres maltratadas -utilizo "somos" y por primera vez. Me incluyo. Me voy a incluir, que no tenemos señales que demuestren que nos han apuñalado, que no tenemos un pómulo roto, a las que no han arrastrado con el coche dos o tres calles más abajo... Somos esas mujeres que han recibido amenazas continuas, que han mantenido relaciones sexuales con miedo. Somos esas mujeres a las que han insultado, a las que les han contado con pelos y señales cómo se van a vengar de sus ex parejas porque un día tuvieron el valor de denunciarlos. Formamos parte de ese grupo al que se les han dicho al oído: "Si te mueves de aquí es lo último que haces", cuando se disponían a recoger sus bártulos para salir de un bar en el que su pareja estaba tocándole los genitales a otra mujer, pero que, al final, terminaron quedándose en la barra, temblando. Somos esas mujeres a las que, al día siguiente, les pidieron perdón y les dijeron: "¿Es que no sabes seguir un juego?".
Somos esas mujeres a las que han cogido del cuello y, con los pulgares, han recorrido sus clavículas lentamente mientras, con una mirada fría, les preguntaban: '¿De qué tienes miedo? Yo te quiero'.
Somos esas mujeres a las que nos han advertido: "Tengo todo el tiempo del mundo para agotarte", a las que les han introducido objetos cortantes en la vagina y que han terminado abrazadas después a ese ser, dándole las gracias porque no les había hecho daño, porque no había ido a más, porque querían creer que sí, que era un juego y que, quizás, la culpa de sentirse tan mal y con tanto miedo era de ellas, porque eran unas tontas y unas estrechas y porque él, en realidad, era bueno. Somos las mujeres que han visto cómo intentaban que las despidieran del trabajo para quitarles lo poco que les quedaba de estabilidad en su vida. 

Somos esas mujeres que hemos tenido que oír que nos estábamos acostando con otro, que les hemos abierto la puerta de casa cien veces y noventa lo hemos encontrado borrachos... Somos esas mujeres a las que han cogido del cuello y, con los pulgares, han recorrido sus clavículas lentamente mientras, con una mirada fría, les preguntaban: "¿De qué tienes miedo? Yo te quiero". Somos esas mujeres que hemos dejado por fin la relación, tras muchos intentos, escuchando un "atente a las consecuencias".

Somos las mismas mujeres que hemos declarado con una psicóloga detrás, porque dábamos botes en la silla. Porque nuestros músculos se rebelaban ante una situación incomprensible, insostenible e inaguantable. Las que no nos hemos atrevido a contar todo al juez y al fiscal porque creíamos que significaba perder lo único que nos quedaba: la dignidad. Y porque nos sentíamos culpables por haber soportado ese trato. Somos las que hemos denunciado en la Policía entre visitas al baño y vómitos de bilis.

Este grupo de mujeres, al que yo pertenezco, no tiene señales en la epidermis, y no solamente eso, nuestra piel jamás ha experimentado ningún cambio de coloración, no se ha vuelto negra ni púrpura ni amarilla. Pero, desde que pasamos del piso uno del infierno al piso dos, no hay noche que no soñemos que esa persona corre detrás de nosotras, o que andamos a su lado y se vuelve para ahogarnos mientras caemos desmayadas; o que le cortamos la cabeza, que ésta rueda bajo el sillón y, ahí debajo, con los ojos abiertos nos dice: "No vas a acabar conmigo". No hay mañana que nos levantemos sin ese ser como primer pensamiento.

Es más, cada día, cuando entramos por el portal de esa nueva casa de la que, supuestamente, no tiene la dirección, subimos las escaleras pensando qué pasaría si estuviera esperándonos arriba. Tal es el pavor que sabemos cuántos segundos tardamos en llegar abajo y hemos hecho simulacros para bajar de dos en dos los escalones por si un día ocurre eso y tenemos que salvarnos. Pero eso no lo ve nadie, porque no queda registro en nuestra epidermis y no podemos abrirnos el pecho para que vean cómo nos late el corazón cuando vemos a algún señor que se parece a él, que viste con sus colores... O cuando nos llega una ráfaga de su olor corporal, a alcohol revenido. Tampoco podemos abrirnos el cerebro para que vean las pesadillas.

Esas mujeres nos despertamos últimamente a medianoche y terminamos vomitando por la angustia. En los últimos días es frecuente que, de repente, nos pongamos a llorar mientras estamos comprando en el supermercado o mientras caminamos por la calle. Ayer mismo el psiquiatra nos dijo que tomando cinco pastillas distintas cada día en la mañana, tarde y noche nos sentiremos mejor. Y mientras decido si las tomo o no las tomo y mientras cuento los días que faltan para que la Justicia decida si hubo o no maltrato (porque no se decide si él es o no culpable), todavía hay veces que pienso: "¿Cómo fui tan tonta como para aguantar eso? ¿Soy una de ellas? Quizás no, si total, no me pegó...".

Espero poder enviarle algún día esta carta con mi nombre y apellidos verdaderos, pero ahora mismo no me atrevo. Y no sólo por miedo, también es por vergüenza, porque también sentimos mucha vergüenza. Y, sobre todo, porque todavía no he sido capaz de decirles a mis padres que su hija, a la que tanto admiran y a la que tanto quieren, es una mujer maltratada.



FUENTE: eldiario.es

martes, 21 de octubre de 2014

Los riesgos de olvidar las políticas de igualdad en la lucha contra la pobreza

  • La igualdad de género sigue sin ser un elemento transversal de las políticas de cooperación al desarrollo, según la perspectiva feminista
  • Aunque las asociaciones locales de mujeres son un actor principal en el proceso para alcanzar la igualdad de género, son escasas en número y cuentan con pocos medios
  • Hablamos con distintas expertas en la materia para saber cuáles son las principales limitaciones de la cooperación al desarrollo a la hora de acabar con las desigualdades de género.


La mujer representa alrededor del 50% de la población mundial. En cambio, en ninguna región del mundo las mujeres y los hombres tienen los mismos derechos, un problema que se agudiza en los países empobrecidos. Trabajar en cooperación para el desarrollo sin tener en cuenta las causas estructurales que generan la desigualdad de derechos entre hombres y mujeres han afectado, según las expertas en la materia, a la propia lucha contra la pobreza.

En los últimos años, diferentes foros internacionales han señalado las amenazas y retrocesos en los derechos de las mujeres a nivel global, sobre todo de las mujeres en los países en vías de desarrollo. Al mismo tiempo, las voces más críticas denuncian que son pocas las organizaciones de cooperación al desarrollo las que han asumido el reto de tratar de contrarrestar estas tendencias. Creen que falta mucho por hacer en cuanto a la reglamentación, implementación y monitoreo de los procesos que aseguren que las mujeres sean reconocidas como sujetas de derechos. Algo, señalan, imprescindible para acabar con la desigualdad de género.

La perspectiva feminista cree que acabar con la desigualdad de género nunca ha sido una prioridad para la cooperación al desarrollo. Una de las trabas más destacadas que se plantean es la necesidad de resultandos tangibles, y sobre todo inmediatos, que requieren los proyectos de cooperación. Los expertos reclaman políticas a largo plazo. Según apuntan, lo que hace tomar conciencia a las mujeres de que son portadoras de los mismos derechos que los hombres es un proceso, cuyos tiempos y necesidades son diferentes a lo que muchos proyectos de cooperación plantean actualmente.

"El donante quiere ver datos concretos: cuántos lápices se compraron o cuántas niñas fueron empoderadas y sacadas de la pobreza", argumenta Amanda Mercedes Gigler, directora de Alianzas Filantrópicas y Comunicaciones del Fondo de Mujeres Mama Cash. "Eso también es importante pero es fundamental entender cuál es el proceso y cómo avanza". Gigler matiza que esos papeles y lápices no pueden existir "sin un espacio seguro y sostenido previamente donde las mujeres pudieron reunirse para formular esa respuesta que transforme la situación injusta que están viviendo".

El trabajo con hombres es otra de las tareas pendientes en la cooperación para el desarrollo con fines transformadores en la igualdad de género. "En la mayoría de los casos se habla de género, pero el trabajo con los hombres también es importante".

Los expertos advierten de que los procesos de desarrollo no son neutrales y por ello piden la participación de personal formado en género en las fases de planificación, ejecución y evaluación de los proyectos de cooperación al desarrollo. Pese a esto, no todas las agencias de cooperación tienen personal con formación en igualdad de género, lo que constituye otra traba para la implementación y monitoreo de los proyectos.

La paralización de proyectos de cooperación al desarrollo cuando se crean instituciones que garantizan derechos femeninos en países en desarrollo es otra de las limitaciones más destacadas. Tal y como asegura Soledad Vieitez Cerdeño, investigadora del Instituto Universitario de Estudios de la Mujer de la Universidad de Granada, esto sucede en muchos estados africanos como Mozambique con la promulgación de la Ley contra la violencia doméstica de 2009. "¿De qué sirve la promulgación de esta Ley si, a partir de ahí, la cooperación no acompaña el resto: apoyos a la formación y sensibilización de jueces, policías, casas de acogida, etc.?", se pregunta Cerdeño.

Para mejorar la lucha por la igualdad los expertos proponen revertir la mentalidad de que son las organizaciones y personas occidentales quienes van a conseguir alcanzar la igualdad de género en países menos desarrollados. María Reimóndez, quien lleva 20 años trabajando en el terreno de la cooperación internacional -fundamentalmente en el sur de la India y de forma más reciente en el norte de Etiopía-, cree que esto refuerza los discursos fundamentalistas patriarcales locales: "deslegitima a las mujeres que llevan siglos trabajando por sus derechos en sus propias comunidades y las coloca en una posición de víctima de la occidentalización", asegura. 

Para Reimóndez, sólo las organizaciones que parten del feminismo pueden trabajar genuinamente para acabar con la desigualdad de género. "Que yo sepa, esto se da en una ínfima minoría entre las ONGD", afirma. Es uno de los motivos por los que hace 16 años decidió ayudar a crear una organización de cooperación al desarrollo con enfoque feminista en Galicia. Con el nombre Implicadas no Desenvolmento, cuenta actualmente con 200 socias y un 97% de fondos propios.

"Los recursos económicos pueden ser escasos y estaría muy bien contar con más", comenta Reimóndez sobre la dificultad de encontrar financiación. "Para nosotras lo más importante es la creatividad y un equipo humano comprometido, algo que hemos aprendido a crear gracias a nuestras compañeras del Sur". Desde Implicadas no Desenvolmento se trabaja la construcción de alianzas con las mujeres a través del desarrollo de dos programas: uno centrado en la erradicación del infanticidio femenino en Salem (India) y otro sobre el empoderamiento de las mujeres en Tiruchy (Etiopía). 

"Es habitual que cuando las mujeres entran en procesos de reflexión específicos sobre el género empiecen a actuar contra la violencia, por ejemplo, como sucede en nuestro programa de erradicación del infanticidio femenino [en Salem, India]", explica Reimóndez. Cuando empezó el programa, muchas mujeres partían del discurso patriarcal de dar prioridad al hijo varón.

No obstante, el discurso cambia a medida que aumenta la participación de las mujeres en las actividades de la organización. El pasado 25 de noviembre, las mujeres de este programa hicieron una cadena humana alrededor de un hospital donde se revela el sexo del feto (algo prohibido por ley en la India desde el año 1994 para evitar los abortos de fetos de sexo femenino). "Una acción así nace de un cambio en la percepción del género que les habían inculcado desde el nacimiento", cuenta Reimóndez.

Asociaciones locales de mujeres, actor clave para lograr la igualdad de género

La perspectiva de género está presente de forma casi automática en las actividades que realizan las asociaciones de mujeres locales. Defender sus derechos es el objetivo por el que nacieron y la razón por la que se sostienen en el tiempo. "El dinero que pueden ofrecer los proyectos de cooperación se presenta como una herramienta para apoyar y fortalecer el movimiento pero no remplaza la convicción que pueden tener las mujeres de querer transformar una realidad que consideran injusta", señala Amanda Mercedes Gigler al respecto.

Un estudio del American Political Science Review en 2012 sobre violencia contra las mujeres (llevado a cabo en 70 países y en el que analiza datos de cuatro décadas) concluyó que el factor más relevante para disminuir la incidencia de violencia contra las mujeres fue la existencia y fortaleza del movimiento de mujeres por encima de las leyes, los partidos políticos o la economía. Este estudio ilustra de forma gráfica la opinión de Amanda Mercedes Gigler sobre cómo el movimiento de mujeres tiene más poder transformador de crear profundos cambios sociales, culturales y políticos, que muchos otros actores. 

Sin embargo, este tipo de organizaciones escasean y apenas reciben financiación. Investigaciones realizadas por la Asociación por los Derechos de las Mujeres y el Desarrollo (AWID), Mujeres en Desarrollo en Europa (WIDE) y UNIFEM demuestran que los criterios utilizados para mejorar la eficacia de la ayuda han dejado a las mujeres y a sus organizaciones fuera de los flujos de la ayuda al desarrollo.

En concreto, un informe de AWID titulado '¿Dónde está el dinero para los derechos de las mujeres?' revela que para el 67% de las organizaciones de mujeres, la captación de recursos fue más difícil en 2006 de lo que lo había sido en 2000. A su vez, más de la mitad de las organizaciones recibieron en el año 2000 menos financiación que la que percibieron 5 años atrás.

Las expertas consultadas creen que es fundamental conectar el apoyo económico que ofrece la cooperación al desarrollo con las asociaciones de mujeres locales, cuyos procesos deben liderar ellas mismas.

En este sentido, María Reimóndez cree que el papel de las ONG's del "norte" debe ser de acompañamiento del proceso. "Debemos abrir espacios para que sean oídas en su multiplicidad de voces, y sobre todo, provocar reflexiones en nuestra sociedad relacionadas con los estereotipos que difundimos sobre ellas. Si ellas no salen adelante, nosotras tampoco", concluye.


Por Rebeca Mateos | ELDIARIO.ES | 16/10/2014


FUENTE: DESALAMBRE