Por IÑAKI BARCENA (*)
La situación de urgencia ecológica y social en la que nos encontramos es consecuencia directa del modo de producción y consumo inherente al sistema capitalista, si bien el discurso dominante, promovido por los grandes centros de poder y basado en el engaño y la manipulación, trata de ocultar esa realidad.
Hay que decirlo claro: ha sido la enorme concentración de poder político y económico de una minoría acaparadora y su insaciable búsqueda del lucro las que han generado la inadmisible desigualdad social de nuestra sociedad y la gravísima degradación ambiental de nuestro planeta.
La solución no puede hallarse, tal como se está planteando desde el discurso neoliberal, en reproducir las mismas estructuras económicas y sociales que han provocado esa situación de emergencia. Sí hay alternativas. Un cambio de modelo es más necesario que nunca. Un cambio que, aceptando la imposibilidad de un crecimiento ilimitado en un planeta finito, tenga como objetivo fundamental la satisfacción de las necesidades básicas de todas las personas, necesidades que deben ser decididas democráticamente.
El eco-socialismo-feminista trata de conformar una respuesta ideológica a la profunda crisis civilizatoria que vivimos urbi et orbe, una propuesta de sólidas bases teóricas y múltiples propuestas prácticas de confrontación ideológica tanto con el “pensamiento único” como con el “fin de las ideologías”. Decimos crisis civilizatoria, en el sentido y contenido que le da Paco Fernández Buey: “la palabra clave es la insostenibilidad: si no es sostenible la base material del mantenimiento de la vida humana sobre la tierra, evidentemente tampoco puede mantenerse sobre ella el tipo de civilización que ha sido causa de tal perturbación”.
Por eso, más allá de los interesados silencios académicos, políticos e institucionales que no se atreven a usar determinados términos, consideramos que es una crisis del capitalismo y del pensamiento y de los valores de la denominada cultura occidental. Es decir, hablamos de una crisis ecológica y energética, de una crisis económica y social, de una crisis del patriarcado y de la democracia, y de una crisis sin precedentes del sistema de instituciones y valores que han dirigido los destinos del mundo en los últimos tres siglos.
Como dice Jorge Riechmann “necesitamos cambiar las gafas con que miramos el mundo. Pero hacerlo es muy difícil: no hay óptica suministradora de gafas prêt a porter donde podamos comprar lucidez a buen precio. No se trata de sustituir una construcción ideológica por otra, sino emprender un laborioso trabajo de revisión crítica de los valores y creencias dadas, que hoy nos están equivocando terriblemente”. Ese es, a mi entender, el gran reto del eco-socialismo-feminista.
Hemos elegido el término eco-socialismo-feminista pero podríamos haber igualmente elegido el socialismo-eco-feminista o el eco-feminismo-socialista. Aún quedan, matemáticamente hablando, tres posibilidades más de cruzar los términos ecologista, feminista y socialista. A nuestro juicio, el orden de los factores no debiera alterar el producto. Esto es, estamos hablando de un esfuerzo ideológico de convergencia donde los tres pilares de sustento son irremplazables e insustituibles. Son básicamente, la suma de dos corrientes de pensamiento y acción, la eco-socialista y la eco-feminista, que hasta la fecha, a nuestro entender, no han sabido, salvo excepciones, juntar sus miradas, sus discursos y sus prácticas.
Poner eco- delante de socialismo y ambos delante de feminista no significa que la primera contradicción, la cuestión principal, sea la que se deriva del binomio sociedad-naturaleza. Ni que después estén las cuestiones de las clases sociales. Y acabar en feminista no significa el reconocimiento a posteriori de la importancia de poner en cuestión el patriarcado como sistema de dominación adverso a las mujeres, homosexuales y jóvenes. Los tres pilares, el medioambiental, el anticapitalista y el anti-patriarcal deben ir de la mano y debidamente equilibrados para que el resultado sea ideológicamente coherente y funcione, esto es, movilice y produzca cambios culturales y sociales.
Si bien el término resulta, de por sí, bastante largo no faltará quien diga que para enfrentarse ideológicamente a la crisis civilizatoria que soportamos las cuestiones nacionales, el militarismo o la democracia son asuntos centrales a abordar. Pienso que tanto el eco-pacifismo como el socialismo democrático son parte indispensable de la ideología eco-socialista-feminista. El derecho de autodeterminación de los pueblos, la desmilitarización de la sociedad promovida por ecologistas y feministas y la revitalización democrática del sistema político institucional en cualquier parte del mundo, son cuestiones básicas de esta nueva opción ideológica que parte de tres ejes convergentes: la sostenibilidad de los ecosistemas físico-biológicos que mantienen la vida, la superación de la acumulación capitalista como modelo de producción y de consumo y de la democracia liberal representativa como paradigma político-institucional y el rechazo frontal de todas las formas e instituciones de opresión patriarcal.
Socialismo, feminismo y ecologismo, como ya hemos anticipado, deben ir de la mano, no en fila, ni en orden jerárquico. O dicho de otra forma, las experiencias e idearios ecologista y feminista son dos buenos apoyos ideológicos para retomar la lucha anticapitalista, sabiendo que las cuestiones ambientales o la opresión patriarcal no pueden ser relegadas a un segundo plano, como contradicciones secundarias. Además, cada vez más gente es consciente de que la alternativa no vendrá desde arriba, desde las estructuras del Estado, ni desde las geniales ideas de mentes intelectuales privilegiadas sino desde abajo.
Ecologismo y feminismo, como decíamos anteriormente, son ideologías que han fermentado en el seno de los denominados nuevos movimientos sociales; pero sería un error pensar que sólo miran hacia la izquierda, ya que han tenido contacto y cruces con otras ideologías más allá del socialismo.
A nosotros nos interesan ahora las relaciones del ecologismo con la izquierda. Aquí encontramos varias opciones. Las dos más importantes son el eco-socialismo y eco-anarquismo, manteniendo el viejo enfrentamiento ideológico entre Marx y Bakunin. A mi entender esta brecha ideológica entre la familia marxista y anarquista no desaparece pero se reduce drásticamente cuando el ecologismo va por el medio como nexo copulativo.
El joven Marx que describió al trabajo como la “humanización de la naturaleza” y a la vez como “naturalización de lo humano” puso las claves para un socialismo basado en el respeto a los ecosistemas. No obstante, la lectura productivista del marxismo ortodoxo y el sueño en el desarrollo ilimitado de las fuerzas productivas han sido poco edificantes para el eco-socialismo.
-Es cierto también que el anarquismo históricamente ha casado mejor con las ideas ecologistas. Murray Bookchin, anarquista norteamericano defensor de la ecología social y profesor en el Institute of Social Ecology de Vermont es quizás el mejor exponente del eco-anarquismo pero Piotr Kropotkin y William Morris también han dejado interesantes aportaciones ideológicas para el ecologismo social. La descentralización, la autosuficiencia comunitaria y la cooperación no jerárquica, la participación democrática y la acción directa son las ideas centrales de este ideario eco-anarquista.
A lo largo de su historia el feminismo socialista ha puesto el acento en el sustrato socio-económico del patriarcado; sin embargo, como se ha podido observar en las diversas experiencias socialistas, la igualdad social y económica no han supuesto el fin de la opresión sexual y social de las mujeres. Por eso el feminismo socialista en la actualidad tiene que aceptar los puntos de vista de otros feminismos que atienden a visiones que tratan de ir más allá de las contradicciones económicas. Es interesante reconocer que también el feminismo radical y de la diferencia ha puesto en cuestión la “meritocracia” individualista del liberalismo capitalista. También el feminismo radical ha llamado la atención sobre las limitaciones del individualismo liberal, que esconde el carácter estructural del patriarcado que oprime a las mujeres no como individuos privados de derechos y libertades sino como seres sexuados sistemáticamente oprimidos. Un individualismo opuesto a que las mujeres actúen colectivamente hermanadas y que trata de transcender el sexo y otras identidades colectivas, tratando a todos por igual, esto es como si todo el mundo respondiera al patrón de hombre-blanco-occidental.
Como plantea Joan Kelly, las dos esferas socio-sexuales que han conformado la lucha feminista en las últimas décadas, la de las pensadoras feministas de tradición marxista que han puesto su énfasis en la organización de la producción capitalista fuera del hogar y la del feminismo radical que se han preocupado más por la sexualidad y las relaciones sociales que por el trabajo, han llegado a un punto de complementariedad, donde ya no hay una opresión de clase o raza y otra sexual sino ambas a la vez, no existen espacios y explotaciones por separado, sino que ambas esferas deben superponerse porque la relación entre los sexos actúa de acuerdo con y por medio de estructuras socio-económicas y de sexo-género de forma distinta en cada sociedad, en cada clase y en cada grupo étnico.
Finalmente una autocritica en reconocimiento de las mujeres eco-socialistas. En su interesante obra “Los utópicos post-industriales” el australiano Boris Frankel, al hacer repaso de las propuestas post-capitalistas de R. Bahro, A. Gorz, A. Tofler, B. Jones y otros, hace una dura crítica al olvido de estos autores de las cuestiones relativas a las mujeres en el diseño de la sociedad post-industrial. “Ningún colectivo social tiene mayor interés en las alternativas planteadas a las burocracias del bienestar social que las mujeres. Es fundamental, por tanto, que toda idea de la sociedad post-industrial que aspire a ser pro-feminista pueda demostrar la forma en que las relaciones sociales alternativas eliminarán la desigualdad y discriminación actualmente existentes”.
Esto es algo que ha sido también remarcado con firmeza por Jorge Riechmann. En el capítulo final de su obra “El socialismo puede llegar sólo en bicicleta” asevera que si el sistema capitalista está basado en la acumulación de beneficios, el eco-feminismo defiende que el cuidado de la vida es prioritario y el eco-socialismo que ese cuidado debe hacerse con bien común y bienes comunes. Que necesitamos un eco-socialismo feminista para el siglo XXI. Esta reivindicación se hace desde la crítica a algo que según su visión Marx no llegó a teorizar adecuadamente: “Debemos aprender a arreglárnoslas para conseguir una sociedad sin clases, pero no podemos pretender una sociedad sin trabajo o sin sexos. Los humanos siempre necesitarán trabajar para garantizar su existencia en el marco de la naturaleza, incluso en el nirvana socialista. La gente debe hacer ciertas cosas para sobrevivir y reproducirse, y si esto no se aborda teórica y políticamente, los políticos socialistas nunca conseguirán afrontar con éxito los temas de la subordinación de la mujer o de la degradación ecológica”.
El eco-socialismo se ha basado en la crítica del productivismo y el rechazo a la concepción teórica del marxismo ortodoxo que apostaba por el libre e ilimitado desarrollo de las fuerzas productivas una vez superado el capitalismo, pero a nuestro entender su compromiso contra la opresión de las mujeres, las más de las veces, ha quedado en un segundo plano. Resulta curioso que en la lista de autores que M.Löwy cita como defensores del ideario eco-socialista en los últimos 30 años aparezcan Manuel Sacristán, Raymond Williams, Rudol Bahro, André Gorz, James O`Connor, Barry Commoner, John Bellamy Foster, Joel Kovel, Juan Martínez Alier, Francisco Fernandez Buey, Jorge Riechmann, Jean Paul Deléage, Jean Marie Harribey, Elmar Alvater, Frieder Otto Wolf y… ninguna mujer. No estaría de más recordarle a nuestro amigo Löwy que en el Manifiesto Ecosocialista Internacional redactado por el mismo Löwy y por Kovel en el año 2001 aparecen varias firmantes feministas, algunas bien conocidas como Ariel Salleh. Y que en el Manifiesto Ecosocialista. Por una alternativa verde en Europa firmada por varios europarlamentarios verdes ecosocialistas como el alemán F.O. Wolf y el portugués C. Antunes aparecen también las eurodiputadas Penny Kemp e Isabel Stengers. Y aun más, el capitulo segundo de esta obra colectiva está dedicado a la liberación de las mujeres y analiza las cuestiones del feminismo y el trabajo, el cuerpo y la puesta en cuestión del poder en nuestra sociedad. Y termina concluyendo: “El ecosocialismo será feminista o no será”.
FUENTE: VIENTOSUR.INFO
FUENTE: VIENTOSUR.INFO
(*) Iñaki Barcena forma parte del Consejo Asesor de VIENTO SUR, es profesor de la UPV-EHU, activista de Ekologistak Martxan y partícipe en el nacimiento, estos días, de la Fundación hitz&hitz (palabra-y-palabra). Estas tres instituciones han organizado los días 7 y 8 en Bilbao unas jornadas sobre “Cambio climático, transición ecológica y reparto del trabajo” que se celebrarán en el Bizakaia Aretoa (Paraninfo en Abando Ibarra) de la UPV-EHU a partir de las 19 h.
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