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viernes, 11 de julio de 2014

Mujeres Ganadoras del Premio Nobel (XXXVII). Elfriede Jelinek

Premio Nobel de Literatura, en 2004.

"Soy elogiada como autora dramática cuando en realidad yo no sé nada de teatro. Escribo contra el teatro. No me imagino nada más absurdo que personas vivas en un escenario". 
Elfriede Jelinek (Mürzzuschlag, Estiria, 20 de octubre de 1946) es una escritora, dramaturga y activista feminista austriaca.

De padre judío y checo (el apellido Jelinek, significa 'cervatillo' en checo) y madre vienesa de clase acomodada, perteneció al Partido Comunista Austriaco de 1974 a 1991, y gran parte de su trabajo se puede inscribir en la sofisticada tradición lingüista de la crítica social. A la edad de 4 años recibe clases de ballet y francés. En 1960 empieza a estudiar piano y composición en el Conservatorio de Música de Viena. Después de su Abitur (bachiller alemán) se matricula en la Universidad de Viena y estudia Ciencias del Teatro e Historia del Arte, mientras continua con sus estudios musicales. 

Su contacto con el movimiento estudiantil en los años sesenta ha dejado huella en su obra, que con frecuencia refleja una visión descarnada de la sociedad austriaca. Tras interrumpir sus estudios en 1967, Jelinek comienza a escribir lírica y textos en prosa que aparecen en antologías y revistas literarias. En 1970 debuta con el libro Wir sind lockvögel baby (Somos reclamo, baby). Según la Academia Sueca, este primer libro y también su siguiente novela, Michael. Ein jugendbuch für die Infantilgesellschaft (1972), "tienen el carácter de una acción de protesta contra la cultura de masas y sus falsas ilusiones sobre la buena vida". 

Aclamada y controvertida, las obras de Jelinek se mueven entre la prosa y la poesía, e incluyen descripciones que van desde escenas teatrales a secuencias fílmicas. Décima mujer galardonada con el premio Nobel, y segunda de nacionalidad austriaca, en 2004 obtuvo el de Literatura por "el flujo musical de voces y contravoces en sus novelas y obras de teatro".

Se hizo popular por su novela Las amantes (1975), que conquistó al público de lengua alemana. En 1979 se estrena su primera obra de teatro "Was geschah, nachdem Nora ihren Mann verlasssen hatte oder Stützen der Gesellschaften" (Lo que ocurrió después de que Nora abandonara a su marido o pilares de las sociedades), seguida desde entonces por otros textos teatrales. Otras obras suyas sobresalientes son las novelas Los excluidos (1980), La pianista (1983), que plasmó en el cine el director Michael Haneke en 2001, Deseo (1989) y Una novela de entretenimiento (2000); el libro de poemas Las sombras de Lisa (1979); las obras teatrales Nubes. Hogar (1988), Una pieza deportiva (1998), La Central (2003), y el ensayo Los hijos de los muertos (1995). Como sus compatriotas Elías Canetti y Thomas Bernhard, Jelinek también ha repudiado a su país, al que reprocha seguir anclado en su pasado nazi. 

Después de haber permanecido varios años en Berlín y en Roma durante los años setenta, la Nobel de 2004 se casó con Gottfried Hüngsberg y durante un tiempo estuvo viviendo en Munich y en Viena.

Actualmente, Elfriede Jelinek es considerada como una de las autoras contemporáneas de habla alemana más importantes. Entre sus preocupaciones figuran la crítica social, el análisis de la condición de la mujer, creando en sus novelas la imposibilidad de las mujeres de lograr una vida completa en un mundo donde son pintadas con imágenes estereotipadas, y el desarrollo de un lenguaje propio. Feminista a ultranza y defensora de las ideas de la izquierda, Elfriede ha sufrido en su país el ataque de los partidos de la derecha y, tras la llegada al Gobierno de Jörg Haider, sus obras fueron prohibidas en los teatros públicos austriacos.

Odio y admiración se reparten a partes iguales entre sus críticos y lectores. Sus obras han
sido desde un comienzo un auténtico mazazo para la sociedad austriaca que, según Jelinek, está dominada por la hipocresía de la clase pequeño-burguesa y no ha conseguido superar todavía su pasado nazi. Sus novelas y obras teatrales, consideradas una auténtica provocación por la derecha de su país, han sido calificadas como anti-arte o como pornografía roja. A este respecto, durante la campaña electoral de 1995 el ultraderechista Jörg Haider hacía a su posible electorado la siguiente pregunta: "¿A usted le gusta Jelinek, o el arte y la cultura?"; a su llegada la gobierno, prohibiría las obras de Jelinek.

La crítica la ha calificado de feminista radical y ella se declara a gusto con esta etiqueta afirmando que tan sólo reivindica la potestad de poner de relieve los mecanismos de dominación masculina a los que todavía, ella insiste, está sometida la mujer. El tres de mayo de 2004, en la Academia Lessing, Jelinek decía: "Nadie logrará hacerme renunciar a mis bromas estúpidas, a mi tono desengañado, ni siquiera por la fuerza; bueno, quizá por la fuerza. Cuando yo quiero decir algo, lo digo como quiero. Al menos quiero darme ese gusto, aunque no consiga nada más, aunque no logre ningún eco". El eco lo ha logrado, prueba de ello es el Nobel que recibió en 2004, y que no recogió aludiendo "fobia social". Pero no hay que equivocarse, Elfriede Jelinek no es una escritora panfletaria, no la veremos detrás de una pancarta ni vociferando en manifestaciones. Su instrumento de reivindicación es la escritura. Una escritura en la que su feminismo no aparece puesto en bandeja a los lectores bajo una óptica amable. Da la vuelta a los tópicos feministas más sobados y lo hace, eso sí, sin perder de vista la diferencia y la desigualdad.

A dos días de serle concedido el Premio Nobel de Literatura de ese año, la Academia Sueca se vio envuelta en una polémica a raíz de la abrupta renuncia de uno de sus miembros, el prestigios literato sueco Knut Ahnulund, en protesta por la distinción: "El premio Nobel del año pasado no sólo ha causado un daño irreparable a todas las fuerzas progresistas, sino que ha confundido la visión general de la literatura como arte", afirmó en aquel momento, y describió la obra como "una masa de texto sin el menor rastro de estructura artística" y se preguntó si los académicos habían leído alguno de sus 23 libros.

No obstante, la Academia Sueca justificó el Premio "por el flujo musical de voces y contravoces de sus novelas y obras teatrales, en las que muestra con una extraordinaria pasión lingüística el absurdo de los clichés sociales y su poder subyugador". Asimismo, destacó en su comunicado que Jelinek es una escritora polémica que ha "fustigado con frenesí a su tierra natal, Austria, país que describe como un reino de los muertos". Jelinek ha destacado por su radicalidad, tanto en la forma de escribir como en sus críticas contra la hipocresía y la injusticia social, lo que le ha granjeado fama de polémica.

La escritora, como su compatriota Thomas Bernhard, utiliza la pluma para criticar a su país, Austria. Y ha reconocido en no pocas ocasiones el maestrazgo del escritor que mejor captó el horror y el poder aniquilador de la sociedad vienesa de casi todo un siglo, el veinte. Cronista de un sarcasmo profundo y con una visión nada optimista de la vida, Bernhard supo poner por escrito las estupideces de su ciudad adoptiva, Viena, en el difícil y contradictorio binomio de lo que para él representaba: origen pero también su enfermedad. La escritura repetitiva y rítmica del escritor, expresión de la muerte, ejerce una influencia decisiva en la de Jelinek. Un conocimiento amplio del lenguaje y de sus posibilidades hacen retorcer a la escritora el lenguaje que se transforma en una metáfora continua al servicio de la crítica y la doblez moral de sus protagonistas. Esa densidad metafórica, a veces poco inteligible, se traduce en dobles sentidos que aúnan en la riqueza lingüística de sus obras.

Como en Elias Canetti, su postura está al lado de los oprimidos (esos pobres que aparecen obsesivamente por sus novelas). Entre ellos está la Mujer. Jelinek intenta hacer frente al caos de una sociedad patriarcal dominada por el sexo, que como elemento vertebrador, parece ser tan sólo productor de podredumbre. Y para ponerla de relieve nada mejor que llevar la situación hasta extremos casi insoportables donde los personajes parecen perder su naturaleza de humanos para ser bestias. Quizás, piense Jelinek, tan sólo haciendo rebotar hacia lo más profundo del suelo a sus criaturas, se podrá conseguir el impulso que propicie el cambio. 



Mujeres Ganadoras del Premio Nobel

FUENTES: Wikipedia; Poemas del Alma; Buscabiografias.com; dglab.cult.gva.es/Bibliotecas

IMÁGENES: Google

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