Shirin Ebadi, una mujer a quien admirar
Premio Nobel de la Paz, en 2003.
"Si no puedes hacer algo por erradicar la injusticia, por lo menos hay que darla a conocer".
Shirin Ebadi (Hamadán, Irán, 21 de junio de 1947) es la primera mujer musulmana en conseguir un premio nobel de la Paz y la primera iraní en convertirse en jueza, cargo para el que fue inhabilitada con la Revolución islámica de Jomeini, en 1979. Desde entonces, es una ferviente defensora de los derechos humanos, cofundadora de varias instituciones sin ánimo de lucro, profesora y escritora. Para Shirin Ebadi, la justicia no es una profesión, es una misión.
Detrás de su voz suave y su corta estatura, se esconde una valiente defensora de los derechos humanos, en un país donde las mujeres son consideradas ciudadanos de segunda. Su lucha pacífica y su coraje han sido premiados con el Primer Nobel de la Paz concedido a una mujer musulmana, en 2003.
Shirin Ebadi nació en el norte de Irán, donde fue criada por su madre en un ambiente de cariño e igualdad (tres hermanas y un hermano, todos con estudios superiores). Su padre era profesor de Derecho Comercial y, desde su infancia, siempre tuvo un fuerte sentido de la justicia. Fue esto lo que la llevó a elegir como campo de estudio el Derecho, ingresando en la facultad de Derecho de la Universidad de Teherán en 1969, y en 1971 consigue plaza en la magistratura, al tiempo que se doctora con honores en Derecho Privado. Entre 1975 y 1979 fue presidenta de la Corte de Teherán, además de convertirse en una de las primeras mujeres juezas de Irán. "Yo siempre he creído que las leyes deben servir para hacer justicia, y cuando esto falla hay que encontrar los caminos para asegurarse de que esto se cumple", dice.
En 1979, con el triunfo de la Revolución islámica (de los Ayatolás), es forzada a renunciar (como tantas otras mujeres que vestían la toga, porque son "demasiado emocionales e irracionales"), y relegada a puestos administrativos en la Corte que ella misma presidía. Tras su protesta, la nombran "Experta" en el Departamento de Justicia. Sin embargo, la situación le resulta insostenible y acaba pidiendo el retiro voluntario. Durante este tiempo de inhabilitación profesional, escribe varios libros sobre derechos humanos y democracia, y publica artículos en algunos periódicos de Teherán.
A esta labor ha dedicado parte de su vida. Como abogada, ha defendido a los presos políticos y se ha ocupado de casos controvertidos como la defensa de familias de escritores e intelectuales que fueron asesinados por el régimen de los ayatolás. Fundó la Asociación para el Apoyo a los Derechos de los Niños y Niñas y, junto con un grupo de abogados, ofrece servicios legales gratuitos a los demandados por motivos políticos y a aquéllos que son enviados a prisión por razones ideológicas. "Todas las personas tienen derecho a ser defendidas", afirma con rotundidad.
"Mi alegría es la alegría de las personas a las que defiendo cuando son liberadas de la cárcel".
Shirin Ebadi recibió el Premio Nobel de la Paz en 2003 por sus esfuerzos a favor de la democratización y los derechos humanos y por su compromiso a favor de los derechos de las mujeres y los niños. Como mujer iraní y musulmana, es una referencia para las mujeres del mundo islámico en su lucha por la igualdad de derechos. Shirin se define como feminista e islamista, es una mujer independiente que no se ha dejado constreñir por los límites del régimen teocrático iraní. Una mujer que, a pesar de todo lo que hacía, no dudaba en arañar el tiempo para enseñar a sus hijas cómo ser independientes y sobrevivir a la hostilidad del régimen. "Para muchos jóvenes iraníes su futuro ha quedado dentro de las paredes de la cárcel".
Este reconocimiento a su labor no ha impedido la represión del régimen. A menudo le llegan cartas anónimas amenazándola, estuvo encarcelada y suspendida para el ejercicio de la abogacía. En diciembre de 2008, la policía iraní cerró su Centro para la Protección de los Derechos Humanos (CPDH), cuando éste se disponía a celebrar el 60º Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El CPDH iba a rendir homenaje a Taqui Rahmani, un activista político que pasó 17 años en prisión tras la revolución islámica. Este Centro realiza informes sobre la situación de los derechos humanos en Irán y, dado que la República Islámica no permite la entrada en el país de representantes de la Oficina de Derechos Humanos de Naciones Unidas ni de miembros de otras organizaciones independientes, estos informes son especialmente valiosos.
"Ni las amenazas, ni las críticas me van a silenciar, ni van a hacer que abandone Irán", afirma Shirin Ebadi. "Yo respeto las leyes de Irán y actúo en el marco legal establecido". Aboga por una nueva interpretación de la ley islámica que esté en armonía con la democracia, la igualdad entre hombres y mujeres, la libertad religiosa y de expresión. Ella considera que la política debería estar separada de la religión, para que los políticos no utilicen las creencias de las personas para sus fines políticos. Al igual que cualquier otra ideología, la religión está abierta a la interpretación. Es la cultura de una sociedad la que ofrece su propia interpretación de lo que la religión debería constituir. Por esto afirma con rotundidad que "el Islam no está en contra de la democracia". Ebadi se pronuncia contraria a todo tipo de extremismo, tanto en el Islam, como en otras religiones.
"La única intención de todos los que intentan asustarme es conseguir mi silencio, mantenerme callada, y yo no estoy dispuesta a darles esa satisfacción. Eso es lo que me da más fuerza".
Su coraje y su fuerza reside en la certeza de saber que su lucha por los derechos humanos es correcta y que es necesario poner todos los esfuerzos por lograr que se reconozcan y respeten. "Cuando me faltan las fuerzas, recuerdo siempre a mis compañeros y amigas que están encarcelados y pienso que no tengo derecho a estar cansada mientras ellos estén privados de su libertad". Cada palabra de Shirin muestra el gran potencial de las mujeres en Irán para transformar la realidad. Porque ella cree en la posibilidad de cambio, pero éste sólo vendrá de la sociedad, del propio pueblo iraní. Y ha de ser un cambio pacífico y lento pero firme y duradero.
"Cualquier persona que quiera luchar por los derechos humanos en Irán debe vivir con el miedo en el cuerpo desde que nace hasta que muere, pero yo ya he aprendido a superarlo".
En la actualidad, dirige proyectos de investigación en la sede de UNICEF en Teherán, y es profesora en la Universidad de esta ciudad. Su activismo ha sido premiado en varias ocasiones con galardones internacionales, incluido el Nobel de la Paz en 2003, e incluso ha logrado que la Asamblea Islámica aprobara una ley, promovida por ella misma, que prohíbe cualquier tipo de violencia contra los niños.
Cumpliendo su promesa de no llevar el tradicional y obligado velo de las mujeres iranís, la abogada Shirin Ebadi acudió con cara descubierta y vestida de forma occidental a recoger el premio Nobel de la Paz; galardón que recibió en nombre de "todas las mujeres que luchan por sus derechos en el mundo islámico", y dijo que el premio sería "una inspiración para los demócratas de la región". La abogada recordó en sus palabras la cultura humanitaria de su país y del Islam, y denunció a los que se escudan en el Corán para defender estructuras patriarcales. "Muchos musulmanes se amparan en que la democracia y los derechos humanos son incompatibles con el Islam, para así justificar gobiernos despóticos", declaró la galardonada.
FUENTES: 1325mujerestejiendolapaz; amazighen.wordpress.com; disertaconferenciantes
IMÁGENES: Google
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