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miércoles, 28 de mayo de 2014

UMOJA, UNA ALDEA DONDE MANDAN LAS MUJERES

Es la historia de una mujer, Rebecca Lolosoli, y de una aldea, Umoja, una success story de las que pocas veces llegan a ser primera plana de los periódicos e incluso, en muchas ocasiones, ni llegan a tener una pequeña columna en los mismos. 

Desde hace dos décadas, en esta aldea keniana no vive ningún hombre, excepto los que fueron criados allí de niños. Es de y para mujeres. que fueron abusadas, violadas y expulsadas de sus hogares. 

Rebecca Lolosoli, la "matriarca", es el rostro más visible del creciente (y aguerrido) feminismo africano. Es la mujer que hace dos décadas reunió a un grupo de mujeres violadas, golpeadas y repudiadas por sus familias y maridos, y les propuso lo impensable: puesto que nadie admitía su cercanía, ellas sólo se asociarían entre sí. La idea, dijo, era crear un pueblo exclusivamente habitado y dirigido por ellas. Lo llamaron Umoja, la palabra swahili para decir "unidad" -unidad para luchar contra la justicia, unidad porque el espíritu de Umoja es un espíritu de solidaridad, de amistad, de libertad y de fe-, y le dieron cuerpo en una serie de pequeñas casas de barro repartidas en círculo al tope de una colina cercana a la Reserva Nacional de Samburu, en la zona septentrional de Kenia. 


El poblado cuenta, actualmente, con alrededor de 48 mujeres procedentes de todo el país, y con una fama tan sólida que mujeres de toda Kenia se acercan a él en busca de ayuda o simplemente de consejo: han sido golpeadas, sus maridos no quieren conceder el divorcio... "Una mujer no es nada en nuestra comunidad. No tienes la posibilidad de contestar a los hombres, o de hablar frente a ellos, tengas o no razón. Todo esto tiene que cambiar. Las mujeres tienen que exigir sus derechos, y recién entonces llegará el respeto. Pero si te quedas callada, nadie creerá que tienes algo para decir. Claro, yo dije eso y no fui muy popular" (Rebecca Lolosoli).
Rebecca Lolosoli
Pero algunas la siguieron, y Umoja fue creciendo hasta convertirse en una atracción turística y cultural que se financia con el dinero que los visitantes dejan a cambio de llevarse artesanías realizadas por las mujeres del pueblo. Con ese dinero, además, muchas de ellas pudieron mantenerse a sí mismas por primera vez, enviar a la escuela a sus hijos e hijas (muchos de l@s cuales viven con ellas porque también han sido repudiad@s en sus familias) y negarse a las exigencias masculinas de que sus hijas se sometan a la ablación para ser entregadas en matrimonio. 

Actualmente, se puede decir que en los 22 años transcurridos desde su fundación, la aldea ha tenido un impacto significativo, no sólo sobre las mujeres que eligen a Umoja como su hogar, sino dentro de las comunidades que la rodean. El ejemplo que ha sentado esta aldea, Umoja, aparejado con los esfuerzos de sus residentes por llegar a sus pares, ha cambiado las vidas de las mujeres en la región. 

En efecto, las mujeres de comunidades cercanas asisten a talleres impartidos en la aldea, que buscan educarlas a ellas y a las niñas en materia de derechos humanos, igualdad de género y prevención de la violencia. Cuando vuelven a sus casas, empiezan a cambiar la cultura, reclamando una comunidad segura, libre de violencia, donde mujeres y niñas sean valoradas y protegidas. Lo ideal sería que ninguna mujer o niña hubiera tenido jamás que escapar de su hogar para venir a Umoja. Pero, en definitiva, el objetivo de ésta es brindar un refugio seguro de emergencia para aquéllas que están en peligro, y lo que es más importante contribuir a la creación de comunidades donde todas las personas sean valoradas y puedan prosperar.

Además, varias mujeres residentes en la aldea pertenecen a la etnia turkana y se refugian de la violencia tribal que azota la región central de Isiolo.

Las aldeanas viven de la venta de collares artesanales y de las ganancias que deja un centro cultural y un camping cercanos. Además de adquirir alimentos y otros productos básicos, el dinero se usa para cubrir gastos médicos y mantener operativa una escuela que cubre tanto a los niños y a las niñas de la aldea como a sus mujeres que desean aprender a leer y a escribir. Se rigen por una serie de reglas autoimpuestas que, según Nagusi Lolemu, una de sus fundadoras, se basan en garantizar la igualdad y el respeto mutuo dentro de la comunidad. Asimismo, se les requiere que vayan vestidas con las prendas tradicionales y los collares artesanales todo el tiempo, a fin de preservar y promover su patrimonio cultural.

Uno de los aspectos más impactantes de Umoja es la actitud de las mujeres hacia los hombres. En un lugar donde los hombres han sido la causa principal de tantas penurias y, en la mayoría de los casos, el motivo para que ellas huyeran de sus hogares, es fácil deducir que las víctimas no quieren tener vínculo alguno con el género masculino. Pero esto no es, en absoluto, así. De hecho, la mayoría de las más jóvenes de la aldea planean casarse y tener hijos. La diferencia es que quieren hacerlo en sus propios términos. 

Finalmente, podemos decir que el ejemplo de Rebecca Lolosoli ha servido de inspiración a otros grupos de mujeres, que han realizado presiones hasta lograr que se presentaran en el Congreso de Kenia proyectos de ley con el objetivo de transformar radicalmente la vida cotidiana de las mujeres kenianas, como tener derecho a negarse a propuestas de matrimonio, denunciar el acoso sexual en los lugares de trabajo, negarse a la mutilación genital, pedir que se castiguen las violaciones, etc.




FUENTES: Nicole Thibon, periodista de Blogs.publico.es; IPS, Agencia de Noticias, e Izquierda Anticapitalista, por Soledad Vallejo (blog).

IMÁGENES: Extraídas de Google.

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