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martes, 9 de septiembre de 2014

La táctica del fundamentalismo religioso para oprimir a la mujer en África


Han pasado más de 100 días desde que Boko Haram secuestrara a más de 200 niñas en el estado de Borno, en Nigeria. Es aterrador. Sin embargo, la dinámica de género que tiene esta acción de terror, según varias voces autorizadas "marca una tendencia preocupante en todo el continente africano", tal y como afirma Jessica Horn, consultora en derechos de la mujer, escritora y centrada en trabajos vinculados a la salud de la mujer y los Derechos Humanos y miembro del Foro Feminista Africano.


Según Horn, la preocupación sobre la mujer se extiende por "los puntos de vista fundamentalistas religiosos, que se afianza y encuentran un lugar no solo en extremistas marginales, sino en el secuestro de algunas políticas y acciones de los Estados. Y lo más preocupante: la imaginación popular". 

Los derechos de la mujer han sido utilizados por los fundamentalistas religiosos durante la última década, según explica Horn, como un "blanco fácil" en movimientos para tomar poder social y político en algunas regiones de África. En la invasión de Malí, abunda, "las mujeres fueron el primer foco de la política fundamentalista con edictos policiales y códigos de vestimenta, afectando también al trabajo de las mujeres en público". En Túnez, explica, "los fundamentalistas crecen en la estela de la revolución y el cambio de poder político, los activistas por los derechos de la mujer luchan porque se tenga en cuenta las crecientes restricciones a la vestimenta y la libertad de movimiento de las mujeres". 


Estas "tendencias actúan como señales de alerta", dice Horn que aboga por seguir cuestionando al pensamiento político que "lleva a la imposición violenta de caminos muy estrechos, de exclusión y profundamente sexistas para ordenar la sociedad". E insiste en hacer partícipe también del análisis al "cristiano fundamentalista". La Ley para controlar el vestido de las mujeres bajo la Ley contra la pornografía de Uganda y el proyecto de ley de vestimenta indecente que fracasó en Nigeria fueron desarrollados, dice Jessica Horn, "en nombre de expresiones muy conservadoras de la moral cristiana y al lado de la legislación tan criticada en ambos países por las leyes anti-gay y la penalización de actos sexuales entre personas del mismo sexo". 

La analista apunta que la legislación mencionada ha surgido por el creciente "fundamentalismo popular", con gran gama de actores religiosos, que "proponen ideas sexistas y homófobas entre sus seguidores" y han tomado "vínculos estratégicos con el Estado". 

Solome Nakaweesi, activista feminista de Uganda citada por Jessica Horn, dice que "con la guerra contra el terrorismo, Estados Unidos ha tratado de etiquetar a los musulmanes como más atrasados, pero el trabajo que hacemos acerca de la libertad de las mujeres, sobre la libre elección y autonomía pone como más peligrosos a los pentecostales". Horn asegura que el control de la mujer por parte de los fundamentalistas es específico y selectivo, centrándose de lleno en el cuerpo de las mujeres y en su autonomía sexual y reproductiva. Y cita a Ayesha Iman, activista feminista nigeriana: "Cuando hablamos de fundamentalistas religiosos anti-mujeres, tenemos que romper el concepto. No son anti-mujeres como tales, sino que son contra la autonomía y el control de las mujeres sobre su propia sexualidad en favor de la heterosexualidad patriarcal". Y no son exclusivos de los fundamentalismos religiosos en África. Es un asunto, que según Horn, se extiende "por los fundamentalismos de todas las religiones y contextos culturales en los que comparte una política patriarcal y el desprecio por los Derechos Humanos, unido a una seña de identidad absolutista e intolerante".


Horn argumenta que "el uso de la religión para justificar la discriminación en un continente donde la mayoría ve la religión como una parte muy importante de su vida es simplemente táctica". Lo mismo se aplica "a los argumentos que los fundamentalistas religiosos también utilizan cuando dicen que las mujeres y las niñas o los derechos de lesbianas, gays, bisexuales, o transgéneros y su igualdad no son parte de la cultura africana sino producto del impero occidental". Es táctica religiosa.

Sobre el argumento contra la homosexualidad por "no ser africana" y que "está en contra de nuestra cultura", asegura que se "desinfla" a la luz "de la realidad histórica y contemporánea que existen y siempre serán africanos, a pesar de que sean población LGTB". Además, parecen haber olvidado convenientemente que "Sudáfrica hizo historia legal internacional al aprobar una constitución en 1994 en la que se nombraba específicamente la orientación sexual en la cláusula sobre la igualdad". La opresión era racial y también de género.


El fundamentalismo religioso "es un callejón sin salida" para el trabajo "en materia de igualdad y no discriminación, poniendo punto y final a la justicia social". Al considerar nuestro futuro económico, dice, "tenemos que considerar qué acciones podemos tomar para revertir el auge del pensamiento de la mente cerrada, discriminatoria y antidemocrática vestida con lenguaje de la religión".

Recoge unas palabras del Nobel Wole Soyinka que decía que la actual generación de africanos debía "responder a aquellos que piensan que tienen un derecho divino a estropear nuestras vidas", llamando a la "detención de la propagación de los fundamentalismos religiosos", hecho que no exige una intervención militar, sino la reafirmación pública persistente del "pensamiento crítico y el debate de la separación del Estado y la Religión". 

FUENTE: GUINGUINBALI

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