Hoy me he despertado con la buena noticia de que Malala Yusufzai, la niña de 14 años que fue tiroteada en el Valle de Swat, Pakistán, por defender el derecho a la educación de las niñas en esta zona fuertemente dominada por los talibanes, se encuentra fuera de peligro y ha sido trasladada al Reino Unido para continuar con su recuperación.
En un ataque cobarde han intentado callar la voz, el grito, de esta niña, que con apenas 11 años se convirtió en la luz, en el brote de esperanza de muchas otras niñas de esa zona, luchando por su derecho a la educación y denunciando la opresión a la que estaban sometidas por el fuerte integrismo talibán.
Me alegro, porque no han logrado acallar su voz, porque han hecho que la luz de Malala brille con más fuerza y se instale en el corazón de muchas personas de todas las partes del mundo; despertando, incluso, la conciencia de muchos sobre la importancia que puede llegar a tener nuestra implicación en la búsqueda de un mundo más justo, más humano, colaborando activamente en la defensa de los derechos humanos de todas las personas, cooperando para que los problemas y las necesidades de los más débiles sean resueltos y satisfechas, respectivamente, o, simplemente, convirtiéndonos en la voz que denuncie cualquier injusticia social.
Y esta niña de 14 años, Malala Yusufzai, fuertemente amenazada por quienes hace apenas unos días quisieron sesgar su voz y, con ella, su vida, nos ha dado una lección a todos y cada uno de nosotros: las injusticias sociales y la violación de los derechos humanos cometidas por quienes se creen tener derecho a ello continuarán hasta que todos y todas unánimemente digamos BASTA YA, y hagamos sentir nuestra voz por encima y más fuerte que las balas, reales o imaginarias, con las que quieren hacernos callar, con las que quieren silenciar nuestro grito de denuncia, con las que quieren impedir que sigamos esforzándonos en hacer de este mundo un lugar mejor, donde se pueda vivir pacíficamente y sin ningún tipo de temor; donde todas las personas tengamos las mismas oportunidades, independientemente de la zona en que vivamos, de nuestro sexo, de nuestra orientación sexual, de nuestra raza o etnia, de nuestra clase social; oportunidades que estén al alcance de todas las personas. Y por conseguir esta igualdad de oportunidades es por lo que luchaba, y seguirá luchando, Malala Yusufzai.
GRACIAS MALALA POR SER LA VOZ DE MUCHAS NIÑAS Y EL DESPERTAR DE MUCHAS CONCIENCIAS, HACIÉNDONOS VER QUE EL MUNDO PUEDE SER MEJOR SI TODOS Y TODAS TIRAMOS DE ÉL O VAMOS EN LA MISMA DIRECCIÓN.